ENTREVISTA AL DOCTOR RENDIC (Segunda Parte)
Entrevista grabada en la casa del doctor, el 7 de junio de 1975.
Son muy pocos los que real y sinceramente se entregan al servicio de los demás con el amor, desinterés y espíritu de sacrificio con que Ud. lo hace. ¿No le parece?
-Yo he aprendido desde niño, en mi hogar, y después en la Facultad de Medicina con mi profesor, el señor Ibar, que el médico tiene un arma poderosa para con los enfermos y es el amor al prójimo.
Siempre decía mi viejo maestro que más vale una palabra de consuelo que el mejor de los remedios. Yo, humildemente, he procurado imitarlo y he hecho lo que he podido, nada más: si lo he conseguido, Dios lo dirá.
Doctor, nosotros sabemos que paralelamente a sus estudios de Medicina, estuvo estudiando Castellano. ¿Por qué se decidió por lo primero? ¿Fue acaso su deseo de servir lo que más pesó en su decisión final?
- Desde niño viví en contacto con la gente pobre y siempre he estado junto al dolor de los humildes. Pensé desde niño en cómo ayudar a toda esta gente que sufre, a todos estos necesitados; entonces, me dije: voy a estudiar medicina. Y aquí me tiene usted, desempeñando esta profesión, créamelo, la idea del maestro me subyuga permanentemente. Yo creo que un maestro, un modelador de almas, quizás tenga más mérito que un médico que cura el cuerpo.
En sus años juveniles, seguramente le cantó al amor. ¿Qué piensa sobre el amor y la juventud?
- Amor y juventud son dos cosas que marchan paralelas, ¿no? Yo creo que dentro de este paralelismo, lo romántico es lo que sobresale. Lo confirmo con el soneto "Mujer", escrito en mis años mozos: "Dicha y gloria tendré, mientras me mires/ con tus ojos azules como el cielo./ ¿No eres primer afán de mis desvelos,/ no soy yo la razón de que suspires?"
El amor y su ciudad, Antofagasta, son temas que pueblan su poesía. Leyendo sus poemas, escritos para el centenario, pude darme cuenta de que no hay nada del Norte que falte en ellos. ¿A qué se debe este acendrado cariño?
- Antofagasta es algo como si fuera trozo de mi cuerpo, algo de mi propio ser. Lo he interpretado a mi modo, en mis repetidos viajes a la pampa como médico del Ferrocarril.
Leyendo su libro de poemas Óleo y mirra, he encontrado lo que aparentemente podría ser una influencia de Fray Luis de León. ¿Cree Ud. que los poetas místicos tienen un lenguaje común?
- En realidad muchos de mis trabajos en verso podrán tener similitudes y unas frases de poetas místicos, ya sea de Santa Teresa, probablemente, o de San Juan de la Cruz, pero yo me pregunto: ¿quién que escriba sobre Dios, que es el Supremo Poeta, el Gran Artista, el Artífice del Universo no tiene palabras semejantes para expresarse?
En la mayoría de sus poemas la naturaleza aparece personificada, en movimiento; y Ud., vibrando, fundiéndose con ella. ¿A qué se debe esto?
- El hombre es sensible. El hombre que ama desde el grano, infinitamente pequeño, al espacio infinito del cosmos, se ve retratado en todo, porque en todo ve la mano de Hacedor; por lo tanto, se identifica con el río, con la flor, con el grano, con las puestas de sol, con las noches de luna y con todo cuanto existe bajo el sol.
un santo para antofagasta