Desde la ideología al pragmatismo
La muerte de Fidel Castro significa el fin del siglo XX para América Latina y el Caribe, en una clave ideológico-política. Representa un punto de inflexión que separa la historia de la Guerra Fría y sus consecuencias para el hemisferio y plantea un escenario propio del siglo XXI. La muerte de Castro no dejará indiferente a nadie que haya seguido o vivido este proceso.
No pasó mucho tiempo desde la lucha para liberar Cuba en los años 50, liderada por Castro, hasta la instauración de un régimen totalitario de sello comunista y bajo la égida de la entonces Unión Soviética. El rol de Cuba en la instalación de la Guerra Fría en América Latina deriva en una espiral de violencia revolucionaria que termina marchando a la par con los golpes de Estado -apoyados o incentivados por EE.UU. en lo principal-, para evitar la instauración de regímenes totalitarios en diversos países. Este periodo histórico deja una secuela de muerte y polarización social y política que, hasta el día de hoy, está en el ambiente político-cultural de todos los países de América Latina. Por ello, la muerte de Fidel Castro convoca una necesaria reflexión no solo acerca de su rol y relevancia, en su calidad de líder comunista de procesos revolucionarios cuyo impacto se ha mantenido incluso más allá de la Guerra Fría, como se expresa en Venezuela y otros países de América Latina. Este enfrentamiento entre comunismo y capitalismo termina dejando una huella de dictaduras de derecha e izquierda, intervencionismo, operaciones políticas e incluso terrorismo, que marcan a fuego la historia política de América.
Son más de 50 años de historia político-ideológica en los cuales Fidel Castro fue protagonista activo y, en los últimos años, un observador participante de un proceso que superó la propuesta soviética y dejó a Cuba frente a la necesidad de sobrevivir política y económicamente. Luego de la desintegración de la URSS, la decisión cubana, como bien sabemos, fue la de mantener el régimen comunista y todas las restricciones a las libertades y derechos civiles y políticos. Pero también, empieza a forjarse una estrategia para mantener una ideología política comunista, pero "a la cubana".
El inicio de la globalización (1989 en adelante) y sus condiciones democráticas y económicas, ambas basadas en la libertad, dejan al descubierto las violaciones de derechos humanos y las severas restricciones políticas impuestas al pueblo cubano. Sin embargo, también muestra logros sociales importantes en los ámbitos educacionales, sanitarios, deportivos y todas aquellas áreas de especial sensibilidad social que se transforman en una estrategia de cooperación y solidaridad, que resulta con distintos grados de reconocimiento a nivel mundial. En forma paralela, mantiene la ayuda directa a grupos insurreccionales en distintos países asociada a una estrategia de influencia política en la región, manteniendo la crítica directa a Estados Unidos y el capitalismo en general. Cada país ha debido asumir una posición frente a la Cuba de la globalización y frente a un Fidel Castro que logra mantener un modelo de sociedad cuya expresión evidente está en la escenografía de sus ciudades y en un deja vu de la década de los 60, lo que termina transformándose en un atractivo turístico y en una forma práctica de obtener divisas. En los hechos, Fidel Castro inaugura una suerte de "neo comunismo", el cual tratará de despersonalizar -con escaso éxito a nuestro entender- para mantener la hegemonía del poder y darle oxígeno a un modelo ideológico ahogado por los nuevos rumbos del mundo.
La Cuba de la Guerra Fría, con su arrogancia ideológica en los discursos de Castro, deja paso en los 90 a una Cuba más silenciosa, pero no menos activa en la mantención de procesos y en la defensa de un comunismo superado por la globalización. En este contexto, la búsqueda de aliados se transforma en una prioridad y con ello las alianzas con Rusia, China, Corea del Norte e Irán, entre otros, se suma a la búsqueda de apoyo de los países de América Latina, donde los resabios del ideario revolucionario se mantenían en el recuerdo y los sueños de distintos grupos. Sin duda, ello en virtud de la estrategia neo marxista de intervención cultural, donde justicia, libertad e igualdad iban de la mano con la solidaridad y la lucha contra el poderoso capitalista y todo lo que lo representara. En suma, Cuba mantiene su capacidad política para articular respaldos políticos y encuentra espacios para insertarse y concitar sustentos económicos y financieros.
Fidel Castro termina instaurando un "comunismo pragmático" (neo-comunismo) donde se mantiene el discurso, la propuesta, pero se modifican gradualmente las formas, las estrategias, las acciones y las tácticas. Ello será notorio después de los atentados a las Torres Gemelas (2001). Desde esa fecha, Castro avanza en un sentido pragmático aprovechando la ayuda internacional, especialmente la de Venezuela y la posibilidad de mantener vigente una revolución por la vía pacífica.
La Unión Europea jugará un rol importante en este tránsito de Cuba hacia una lenta y gradual integración al sistema internacional de la globalización, realizando una cooperación técnico-político para hacer viables los cambios en la estructura financiera de Cuba. Castro termina implementado una estrategia, donde la prioridad es asegurar la distribución de poder en Cuba y con ello el modelo de sociedad futura hacia el cual transitar. En esta estrategia se inserta el traspaso de mando a su hermano Raúl y el proceso de fidelización de todos los cuadros directivos del partido comunista cubano y, en especial, de las fuerzas armadas y sus mandos. Los cambios institucionales realizados desde el 2006, permiten sostener que los hermanos Castro diseñaron una transición capaz de mantener el modelo cuando ya no estén. En la práctica, se estableció una línea sucesoria dentro del partidos asociado al régimen. Eso significa una apertura gradual y táctica de la economía, para dejarla dentro de los cánones financieros internacionales, junto con pequeños espacios de libertad económica para sus habitantes, pero manteniendo un férreo control del Estado en la economía y sus principales variables macro y microeconómicas. Sin embargo, ello no se ve reflejado en lo inmediato en el ámbito político, donde las características totalitarias del régimen cubano se mantienen.
Con la desaparición de Fidel, el modelo diseñado por los hermanos Castro se coloca a prueba en términos de que Raúl tendrá que demostrar su liderazgo, lo cual no resultará difícil dada el estructura y distribución de poder instalada.
La posibilidad de que Cuba inicie un proceso de apertura democrática es inviable en el corto y mediano plazo. Los amarres institucionales y políticos existentes en la actualidad indican que ello es impracticable sin hacer pagar un costo más alto que el de hoy a la sociedad cubana. Por tanto, democratizar Cuba será un proceso donde uno de sus factores guarda directa relación con el levantamiento del embargo, cuestión improbable por el momento y donde no se visualiza que Trump ni el Congreso estadounidense lo vaya a hacer.
El pragmatismo de Fidel y su capacidad para establecer condiciones favorables de negociación resultan destacables. Por ejemplo, en la cooperación establecida con EE.UU. para combatir el narcotráfico y el crimen organizado en el Caribe, donde el intercambio de información y diseño de estrategias conjuntas para realizar operaciones ha resultado un respaldo importante para neutralizar corredores de drogas y apresar narcotraficantes. Del mismo modo, sus negociaciones con países europeos para obtener financiamiento y tecnología, o con el Vaticano para transformarse en garante y auspiciador de procesos de paz con grupos como las FARC, que en algún momento fue un aliado ideológico de primera importancia. Fidel Castro incorporó a Cuba en el sistema internacional con un manejo pragmático de un "neo-comunismo" que solo existe en Cuba y donde sus seguidores solo encuentran discurso y contenido ideológico pero difícilmente la existencia de un frente común de base creíble para hacer una revolución en alguna región o en América Latina. Los casos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador son una demostración de ello.
La muerte de Fidel Castro significa el final del siglo XX en lo ideológico-político y el inicio de un siglo XXI con una Cuba que seguirá los pasos de China o Vietnam para mantenerse y participar en el sistema internacional, manteniendo su modelo político y social. Fidel demostró que Cuba puede ser comodín de las potencias, mientras su sistema no sea alterado. Ello en una lógica pragmática convence a países y organismos internacionales, a pesar de las inexistencias de cambios y violaciones de libertades y derechos.
Guillermo Holzmann
"La posibilidad de que Cuba inicie una apertura democrática es inviable en el corto y mediano plazo. Los amarres institucionales y políticos indican que ello es impracticable sin hacer pagar un costo más alto que el de hoy a la sociedad cubana". "La muerte de Castro significa el final del siglo XX en lo ideológico-político y el inicio de un siglo XXI con una Cuba que seguirá los pasos de China o Vietnam para mantenerse y participar en el sistema internacional, manteniendo su modelo"."
* Magister en Ciencia Política, Analista Político y académico de la Universidad de Valparaíso, de la Universidad Adolfo Ibáñez y de la Universidad de Talca.