La Performance del Terror
El fantasma de la tercera guerra mundial está de nuevo. En realidad hace rato que llegó para quedarse. La imagen impresionante del embajador ruso en Turquía asesinado por un policía de civil que vestía impecablemente (que era un yihadista) que se supone lo custodiaba, utilizando una pistola. Todo esto en una galería en que se inauguraba una exposición de fotografías sobre Rusia, desde la mirada turca, resultó ser una performance increíble, a la que se le podría sumar el atentado en Berlín en una feria navideña, cuya arma homicida era un camión. Ya nada es novedoso a este respecto.
Escribir sobre esto es redundante. La novela de la guerra total está en curso. Ver la BBC de Londres nos retrotrae a la época en que la espectacularidad de la razón armada y el intervencionismo (para no hablar de guerras expansionistas) eran noticias marginales y salían como documentos fotográficos en la revista Life de otra época, en que fotógrafos como Robert Capa arriesgaban sus vidas haciendo reportajes fotográficos. Recuerdo haber ojeado unos ejemplares de esa revista, porque mi hermano las coleccionaba y ahí me enteré, vía reportaje fotográfico de un conflicto armado en Chipre, producto de una ancestral disputa por la hegemonía en ese territorio entre Grecia y Turquía. Para mí era una novedad, como lo puede ser ahora enterarse de lo que ocurre en Alepo, la que era la segunda ciudad de Siria, o en Mosul, ciudad de Irak, para los que vivimos a este lado del mundo.
Si ahora Rusia interviene en Siria y entra en disputas con Turquía por temas de influencia en el área, aunque todo se mixtura con guerras civiles y religiosas, y con la influencia de ISIS en la zona. Podemos, entonces, hacer la homología rápida con la antesala de los dos grandes conflictos armados del siglo XX, sobre todo con la primera guerra y el asesinato del archiduque Francisco Fernando del imperio austrohúngaro, que produce una reacción en cadena de conflictos que ya estaban en marcha.
Ahora, en términos de nuestro negocio, oportunistamente, vuelve el género del espionaje, interrumpido por la caída del clásico Muro de Berlín, que siempre se está reconstruyendo. Gracias al fundamentalismo islámico y a la necesidad de reacomodo del capitalismo, se vuelven a construir los enormes dispositivos materiales y simbólicos que separan las culturas, y se repone un modo de producción literario fundamental, tanto para la literatura como para el cine. Ruego disculpar el tono irónico, muchas veces debo hacer lo mismo porque dicha figura literaria es cada día más complicada de sostener en medio de tanta barbarie.
Desde que Teodoro Adorno, filósofo de la escuela de Frankfurt, dijera que después de Auschwitz ya no se podía escribir poesía, porque los síntomas que dejó la cultura de la muerte nazi en la modernidad impedirían los flujos estéticos, entre otras cosas por las marcas imborrables que deja la voluntad de maldad en las culturas, que tienden a naturalizarse. Y quizás, paradojalmente, en momentos como estos que vivimos hoy día, en que vuelven las ganas de holocausto, esa subjetividad, ese canto poético que surge de la intimidad de un acto creativo que recrea la palabra de un pueblo, se justifique mucho más ahora, que la nueva guerra ya está declarada, simplemente para afirmar la cultura de la vida.
Me gustaría escribir, quizás, una novela en ese registro. Nos hemos acostumbrado a los actos dementes; todo el terrorismo de estos últimos años parece estar engarzado en la ficción más absoluta o, al menos, en extremar los límites de la imaginación catastrófica y destructiva, coqueteando con el apocalipsis. Homologando la tesis de Adorno en relación con la poesía y el holocausto, podríamos decir que ya no se puede novelar, ya no sería posible, dadas la imaginación criminal puesta en los proyectos de exterminio. Ninguna narrativa sería viable, no por temas éticos, sino por los niveles de registros de la imaginación perversa. Las Torres Gemelas fueron el comienzo de ese modelo de guerra cultural.
¿Qué es lo que hace tan deplorable a occidente? ¿Es tan brutalmente destructiva nuestra civilización? Hay que buscar en los detalles históricos e intentar recuperar el espíritu del al Andalus, esa situación histórica específica, una civilización en que convivieron las tres culturas: judios, cristianos y musulmanes.
Marcelo Mellado