"El Palomar"
Era una esquina de madera, pintada de amarillo desteñido, hediendo toda a "Creolina", en un intento vano por terminar con parásitos y roedores, que pululaban en sus rincones. "El Palomar" fue un edificio de dos pisos, levantado a fines de 1800; un referente del crecimiento de la ciudad, impulsado por el desarrollo económico generado por la plata y el salitre. Estuvo allí en la esquina suroeste de Latorre con Avenida Argentina y contaba con dos entradas y escalas para acceder al segundo piso.
En el primer piso, menudearon los locales comerciales. Recuerdo algunos: la zapatería "Zapatillas Rojas", de don Submarino Barrios; el puesto de menudencias de Zoilo Olivares; un cuchitril que atendía un relojero de apellido Santos. Una carnicería de un "chino macaco". Cruzando la esquina, el gran almacén "Antofagasta", de Ivo Piérotic. En el otro vértice, la botica Ferraro. Por Avenida Argentina, un abrevadero proveía de agua a bestias de tiro. También calmaba la sed de quienes tenían "el cuerpo malo".
En esa maraña de esquinas, noche a noche se instalaba un pequeño boliche "portátil", que no ambulante. Una mesa, dos bancas y un fogón, daban forma a "Los Cuatro Vientos", cuya lumbre se encendía a eso de las 10:00 y entibiaba el cuerpo de noctámbulos empedernidos, ofreciéndoles "café de porotos", "te hervido", huevos duros y sandwiches de pescado.
Al igual que su congénere -el Portal Harding- el segundo piso del "Palomar" albergaba a una caterva de ciudadanos de la más variada calaña. Revueltos los honestos con los patanes; los niños con las barraganas, los vagos y los monreros; asilados con bataclanas y sus bacanes. Un ergástulo, sin dudas. Sus ventanas no tenían vidrios, quizás para ocultar cuánta desgracia, precariedad o maldad se escondía en aquel tugurio del pasado.
Un día, a comienzos de los sesenta fue declarado insalubre… ¡Ya lo era desde varios años antes! Guadañas, sierras, martillos y barretillas terminaron por demolerlo, para transformarlo -hoy- en un imborrable recuerdo.
Jaime N. Alvarado G.