Desde, por lo menos, hace tres décadas que venimos escuchando del cambio climático. Un fenómeno global fruto de nuestra irresponsabilidad en la relación que establecemos entre sistemas productivos y entorno natural. Nos lo han advertido en todos los tonos y nosotros displicentemente, hasta acá, lo relacionábamos con osos polares navegando a la deriva en trozos de hielo producto del calentamiento en los polos.
Hoy nos toca la puerta de manera urgente y dramática: incendios forestales, marejadas, lluvias aluvionales y sequías alternadamente. Ese lobo que anunciaba Pedrito ha llegado y su presencia es asoladora, por su propia naturaleza y, por la improvisación con que la esperamos creyendo, como siempre, que era algo que le pasaría a otros.
La velocidad de este cambio, en la escala humana, permitió postergar casi hasta el absurdo lo que hoy nos parecen medidas obvias que deberíamos haber adoptado para no tornar en tragedia esto que venía tan anunciado.
Esta negligencia en torno a los tiempos en la naturaleza tiene también una versión en lo social, hace rato ya venimos escuchando noticias y cobrando evidencia de la instalación de la corruptocracia. Un fenómeno que, a una velocidad espeluznante, se apodera de las democracias particularmente en América Latina. Desde Brasil, y ya sabemos que cuando Brasil estornuda todos en América Latina nos resfriamos, la marcha corruptora tiene ya un largo trecho que implica, con evidencias, a los últimos tres presidentes, en Perú a los últimos cuatro, en Argentina a los dos últimos y sus respectivos periodos y así sucesivamente.
En nuestro país Caval, Penta, SQM, nuestro gran corruptor, las oscuras alianzas entre parlamentarios y ley de Pesca, y varias otros "errores "vienen marcando una tendencia que al igual que el cambio climático probablemente no haya alcanzado aún su expresión mayor. La pregunta es ¿qué seguiremos esperando antes de reaccionar frente a este fenómeno que avanza inexorablemente?
Este año tenemos la posibilidad de hacer los "corta fuego" a la corruptocracia, primero asumiendo que es una amenaza real y luego actuando de modo tal que no crezca el incendio, sino, éste alcanzará tal magnitud que ni entre el Supertanker y el "Luchin" juntos podrán con nuestra tragedia.
César Trabucco
Sociólogo y académico Universidad de Antofagasta