LITERATURA Y RENDIC
¿Qué es la literatura? Un lugar, un tiempo, un espacio que no es un lugar, un tiempo que no cuenta, una lengua que no es el lenguaje cotidiano.
Ese lugar, ese tiempo, ese espacio y ese lenguaje pueden constituir el objeto de un deseo. Permiten entrever una forma especial de conocimiento. Tal vez sea una revelación. Y en dicha revelación, la literatura encuentra su espacio propio, aquel cuya características asume y reconstruye.
Marcel Proust, francés autor de una pieza icónica en la literatura moderna: "En Busca del Tiempo Perdido", señala que en "En la especie de pantalla jaspeada de estados diferentes que, mientras leía, y que iba de las aspiraciones más profundamente escondidas en mí mismo hasta la visión enteramente exterior del horizonte, reconocí la palanca que gobernaba el resto de mi creencia. Creencia en la riqueza filosófica y en la belleza del libro que leía".
Lejos del escritor francés, Antonio Rendic amó acá la belleza y el espacio de la literatura y del vínculo entre aquellas y la religiosidad, que estuvo temprano en su obra poética, con ansias de eternidad: "Partirás silenciosamente,/ Y mientras la materia a la materia vuelve/ tu espíritu en el tiempo se diluirá".
El doctor fue poeta de entorno, de geografía, de hombres, de circunstancias: "Volver a amar… Ay su pudiera/ después de haber amado y sufrido,/ rehacer la perdida primavera/ y volver a vivir lo que he vivido".
Rendic amó esa belleza con la delicadeza de espíritu que hacía consonancia con su percepción de mundo. Sus numerosas publicaciones hablan de una dedicación meticulosa a la palabra, como meticulosa fue su atención al hombre que le rodeaba, signado por la ambición de la materia, la gloria y otros valores de la modernidad: "No ambiciono ni gloria ni fortuna./ Dame sólo, Señor, -oye mi ruego-/ para querer, un corazón de fuego/ y un alma para amar, como ninguna".
Por lo anterior, en Rendic la poesía fue tranquilidad de espíritu, incluso en la agonía: "La pampa yace tendida/ y, bajo la elipse muda/ del cielo, finge, desnuda,/ la roja flor de una herida."
Hay en su pluma el objetivo claro de una comprensión que infiltraba las dificultades del hombre contemporáneo, y por ende, una advocación a la paz y la comprensión, sabiendo cuán turbulento e injurioso el tiempo estaba afuera de su consultorio, de su geografía y de su poesía: "No me importa ni el cómo ni el dónde./ Busco en las sombras la extensión desierta, / porque ella me abre la invisible puerta/ tras la que, muda, la Verdad se esconde".
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