Glenda Kapstein
Corría 1982 y Ángela Schweitzer, encargada de fundar la Escuela de Arquitectura de la U. del Norte, solicitó a nuestro Dpto. de Estudios Lingüísticos y Literarios un trío de profesores como complemento del equipo. Allí y entonces conocí a quien habría de ser mi amiga de aventuras y desventuras por veintisiete años. Encontré también alumnos marcados indeleblemente con la ceniza de los fundadores.
Lo importante es decir que ahí estaba -estuvo y estará- Glenda Kapstein Lomboy, arquitecto llegada de un destierro de casi diez años en Europa, convocada como Académica. Increíblemente, las amarras de la vida nos habían tejido caminos paralelos, en tiempos iguales pero en escenarios diferentes. Eso nos dio un lenguaje común que hermanaba esas historias.
Pocas personas pudieron conocer realmente las aguas que movían sus naves. Estudiosa y exigente, concebía la Universidad como un sitio de privilegio que no aceptaba remilgos. Pronto, se interesó por el tema de los Espacios Intermedios como articuladores de un modo de vida de este desierto que aprendió a querer y valorar. La reedición de su libro (Dic.2015) ha removido una cantidad de imágenes ligadas a su preocupación por cada detalle, a la necesidad de transformar ese libro en un objeto que despertara no sólo el intelecto sino las más finas sensibilidades.
Ha pasado el tiempo, y como sabemos, las personas no se marchan del todo, porque se quedan habitando los espacios que conquistaron, en las transformaciones que generaron en nosotros, en las conversaciones que hicimos nuestras porque sabíamos que la realidad está hecha de lenguaje. Cada vez que el mar suena fuerte, que un atardecer demora en ocultarse, que unos perros asustan a alguien, Glenda vuelve a dar una vuelta por sus dominios como si nunca fuese la hora de partir hacia Quilpué. Los espacios intermedios tienen la virtud de poner en contacto dos mundos. Hacia allá vamos transitando, amiga.
Patricia Bennett