Magallánicos
Los magallánicos aportan la singularidad de pertenecer a un mundo donde geografía y quehacer humano mantienen relaciones intensas, difíciles, zarandeadas por gélidas ventoleras, bajo cielos que aproximan concavidades para recordarnos confines planetarios, y, siempre, siempre poniendo de manifiesto una voluntad de ser, a despecho de pretericiones administrativas centralistas y de latitudes e donde la nieve soberanea impasible, sin que dejen de secundarle caudalosos ríos, estuarios, islas, meandros de soledades y airados océanos.
Al referir de estos últimos al rey de España, don Alonso de Ercilla aseveró: Por esta parte, al fin, la tierra hienden y pueden por aquí comunicarse; Magallanes, señor, fue el primer hombre que abriendo este camino le dio nombre.
Descendientes del convivio de voces ancestrales cruelmente exterminadas y, con posterioridad, el sustrato de las pioneras venidas de Croacia, Italia, Francia, Noruega, Rusia…, los escritores magallánicos reciben un bautizo dramático, pues están precedidos de orígenes, en cuyos acentos es preciso reconocer lejanías esforzadas, beligerantes voluntades, obstinaciones e inventos necesarios para emprender las tareas del día que viene. Como un aglutinante de lo dispar y de lo heterogéneo, la lengua española sometida a prueba de su capacidad para dar cuenta de enormidades, de luchas, de silencios, de heridas, de clamores, de procuración de calor suficiente con que traspasar el hielo y el viento.
Magallanes limita con la soledad de arrasadas culturas nativas, por el sur, y por la incuria e imprevisión criolla, del poder político del norte. Al este y oeste la extensión de la pampa y el océano.
Nota: Fragmento discurso de recepción a Eugenio Mimica B., como miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. Se destacó a Roque Esteban Scarpa (que conoció nuestro desierto), Ernesto Livacic (habita aquí, parte de su sangre), y el profesor y poeta Marino Muñoz Lagos, cuya labor profesional quedó en Antofagasta.
Juan Antonio Massone