Los perturbadores cuentos de terror de Mariana Enriquez
La autora argentina que sorprendió en 2016 regresa a los escaparates nacionales con "Los peligros de fumar en la cama", una docena de piezas de horror con atmósferas inolvidables y personajes inquietantes que se infiltran lentamente, dejando largo rato una estela pérfida.
Para la escritora mariana enriquez, el cuerpo juega un rol central en sus relatos.
El fantasma roído de una guagua muerta, un pordiosero que arrastra maldiciones y un carrito de supermercado, mujeres que buscan brujas para sacarse el miedo, una ciudad que captura a sus habitantes, la emboscada de una fantasma y una fetichista de latidos cardíacos, son parte de la galería de aparecidos y desaparecidos que habitan los espacios de Mariana Enriquez, la autora argentina que sorprendió hace un año con "Cosas que perdimos en el fuego" y que ahora vuelve con cuentos de terror en "Los peligros de fumar en la cama" (Anagrama).
En esta galería de situaciones límite también hay espacio para la necrofilia y el canibalismo, las filmaciones macabras, los regresos sobrenaturales y encendidas adolescentes jugando a la ouija.
Ha sido un buen comienzo de año para Enriquez, quien además de escritora es periodista y subeditora del suplemento "Radar" del diario "Página12". A la reedición de estos cuentos que publicó en 2009 por primera vez, sumó en febrero pasado un importante galardón: el premio Ciutat de Barcelona, del cual aún no puede cobrar los siete mil euros por problemas burocráticos, cuenta ella.
-¿Cómo es tu sentido del humor, qué te hace morir de la risa?
-Richard Pryor. Algunas películas como "What we do in the shadows" y varias de Pedro Almodóvar. Odio los chistes.
-Te gusta escribir con música. ¿Qué has estado escuchando últimamente?
-Sí, siempre escribo escuchando música. Últimamente: Aida Victoria, Mirel Wagner, Miguel Bosé, Nada (es una cantante italiana) y Nick Cave y Springsteen como siempre. David Bowie, también.
-Anduviste en Venecia hace poco. ¿Recorriste la ciudad?
-¡No mucho! Venecia está tan lleno de turistas que no se puede mucho más que pensar cómo escapar hacia alguna calle que no esté atorada. Estuve en el festival Incroci di Civiltá e insólitamente me dieron el premio Giovani-Bauer, que es el premio para jóvenes escritores del evento. Yo no soy tan joven, pero se agradece. También fui a ver una muestra del Bosco en el Palacio Ducal. Es todo lo que pude hacer.
-Has dicho que te gusta mucho Nueva Orleans. ¿Qué es lo que más te gusta de ella?
-Todo. Es hermosa, me gusta la mezcla cultural, me gusta que sea una ciudad de resilientes, me gusta que tenga más cementerios que cualquier otra ciudad del mundo, me gusta que sea elegante y peligrosa. Me gusta la música, me gustan los pequeños boliches que venden baratijas de vudú. Ahí nació Truman Capote, escribió William Faulkner y murió Johnny Thunders. Es mi lugar favorito.
-¿Qué libros tienes en tu velador?
-"Tenth of December" de George Saunders, "Bravura" de Emmanuel Carrére y "Los ríos perdidos de Londres" de Iain Sinclair.
-¿Qué te gusta leer?
-Me gusta leer fantástico y terror sobre todo, pero la verdad, cualquier libro que sea bueno es lo mío. Tengo sí esa preferencia de género, pero también disfruto de la no ficción, de las grandes novelas realistas del siglo XIX: si es un gran libro, es un gran libro y ya.
-¿Cuál fue la última serie que te gustó?
-"The Young Pope"de Paolo Sorrentino.
-¿Te gustaría llevar al cine alguno de tus relatos?
-No. No tengo absolutamente nada en contra de que lo hagan otros, pero no es lo mío.
Una GRAN BIBLIOTECA
Actualmente Mariana da clases de Periodismo Narrativo en la Universidad de La Plata, un trabajo que considera muy desgastante, aunque le gusta ver los resultados. "Me gusta cuando a fin de año los chicos que pataleaban porque tenían que leer a Lucio Mansilla o Rodolfo Walsh entregan textos buenísimos y se enamoraron del periodismo. No me gusta dar clases en ámbitos que no sean institucionales, no doy talleres de escritura", resume y cuenta que además está metida en una novela larga, pero que no puede adelantar más que eso.
La biblioteca de la casa paterna de Mariana Enriquez era enorme. Albergaba a todos los clásicos y también había mucha literatura argentina e hispanoamericana. De esos libros, cuando se mudó, llevó consigo algunos de Truman Capote y de Graham Greene, también algo de José Donoso y de Juan Carlos Onetti y viejas ediciones de Salvat y Bruguera de Poe y Emily Brönte.
-¿Cómo fue tu adolescencia a comienzos de los noventa?
-Salvaje. Muy tóxica.
-¿Conservas amigos de esa época?
-Conservo a varios amigos, sí, inclusive a quienes considero mis dos mejores amigos.
-¿Por qué crees que a algunos nos gustan tanto las historias de horror? ¿Qué desata esa contemplación?
-Creo que tiene algo de búsqueda de emociones fuertes, de adrenalina. Y de poder pensar en temas muy difíciles y oscuros vía el entretenimiento y su falta de solemnidad.
-En tus relatos el cuerpo es muy importante, hay muchas descripciones de lo corporal. ¿Qué rol juega la piel en tus relatos?
-Un rol fundamental, la vulnerabilidad del cuerpo y el disgusto-gusto, deseo o displacer del cuerpo me parecen centrales: el cuerpo es lo que más y menos conocemos y una fuente continua de pequeños horrores y sobresaltos y también de disfrute.
-Al escribir, ¿has llegado a experimentar algunos miedos y fobias?
-No, cuando escribo me divierto. O me cuesta, me aburro o me frustro, pero nunca tengo miedo. Lo que escribo no tiene nada que ver con la catarsis.
-Tanto el género policial como el terror comparten cierta categoría bastarda dentro de la literatura. ¿Te parece que es así?
-Sí, pero va cambiando. Creo que es así porque son géneros populares y hay un prejuicio compartido entre ciertos escritores y también desde el público que la literatura es una cosa seria. Por supuesto, Henry James escribió "Otra vuelta de tuerca" y Ricardo Piglia escribía policiales casi exclusivamente cuando escribía ficción, así que se trata de una tontería que si persiste es más por repetición que por los hechos que ocurren en la literatura real.
-¿Qué te acomoda más, el amplio paraguas de lo fantástico o la trinchera del terror?
-Los dos. El terror lo disfruto más.
-¿Qué te comentan tus lectores?
-Los mejores comentarios vienen de los lectores adolescentes o jóvenes que se identifican o dicen que han vivido cosas parecidas. Sí sucede muy seguido que los lectores ven cosas que yo no veo para nada: en "Chicos que faltan", el cuento, por ejemplo, yo quería trabajar sobre una cuestión social mezclada con el mito del changeling celta (las hadas, se dice, se llevan niños y dejan en su lugar a otros idénticos pero que no son los mismos), con un remate de invasión zombie. Mucho después de publicado, una chica que es escritora, cuyos padres están desaparecidos y que hace poco recuperó a su hermano (que había sido apropiado por los militares y entregado para su crianza a otra familia, relacionada con la desaparición de sus padres), me dijo: "Creo que en ese cuento escribiste sobre chicos como mi hermano". Es posible que tenga razón: pero yo nunca lo escribí en ese sentido intencionalmente.
-Leí que eres atea. ¿Nunca tuviste cercanía con alguna religión?
-Nunca sentí nada parecido al sentimiento religioso. Fui católica hasta los ocho años porque me gustaba la estética y la historia; con la misma facilidad hubiese sido griega pagana.
-¿Crees que puede haber algo cósmico en el terror y la maldad?
-No creo que haya nada cósmico en la maldad, sólo me interesa como metáfora o como inscripción en la tradición narrativa del terror. La maldad es bien humana.
Cementerios y mitos
En el año 2014 Mariana Enriquez escribió "Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios", una recopilación de crónicas sobre cementerios y muertos célebres que junta relatos desde las catacumbas de París a camposantos en Ushuaia y Génova, pasando por La Habana y Australia.
-¿Sigues visitando cementerios?
-Sí, claro. Quise ver el de Venecia, que me dicen es una maravilla, pero no pude.
-¿Cuál ha sido el último que te han conmovido?
-El último que visité fue el de La Paz, que es una maravilla, también muy macabro. Me metí en una parte en la que estaban desenterrando cadáveres y fue fuerte. Es hermoso: por el cielo, sobre la bóveda, pasa el funicular. Quisiera visitarlo cuando hacen la fiesta de la Ñatitas, que es una celebración con calaveras especialmente ataviadas para la fiesta y mucho alcohol. Surreal.
-¿Recuerdas el primero?
-Supongo que fue el de La Plata, la ciudad donde viví desde los nueve años. Tiene hermosas tumbas masónicas.
-¿Has pensado si quieres estar sepultada en alguno en particular o te incinerarás?
-Me incineraré sin dudas.
-Escribiste un ensayo sobre mitología celta. ¿Qué es lo que más te seduce de la mitología?
-Necesitaba dinero, sinceramente. Me dieron a elegir y era una de las mitologías que más conocía, tenía muchos libros, me resultó sencillo. Fue algo exclusivamente por encargo. Me gustan las mitologías en general, soy un poco coleccionista.
-¿Te gustaría escribir otro perfil como lo hiciste con Silvina Ocampo?
-No, es demasiado trabajo. Siempre, por supuesto, se me puede tentar con alguien que me fascine especialmente. Pero en este momento estoy muy concentrada en la ficción.
Para ese entonces tenía bastante claro qué me excitaba y qué no, y por eso había desarrollado un creciente tedio hacia las novelas victorianas, donde siempre aparecía algún enfermo, pero nunca se sabía muy bien de qué estaba muriendo. Los tísicos me tenían un poco harta, una vez superado el brutal enamoramiento con Hipólito, el tuberculoso adolescente de El idiota, que duró más de un año. Quería pornografía: los enfermos como Helen, Tadzio e Ippolit eran erotismo, sugerencias. Y siempre eran personajes secundarios. Ippolit era ideal: hermoso (Dostoievsky se encargaba de poner en boca del príncipe Mishkin aquello de "tiene una cara muy bella" que me hacía temblar), adolescente, definitivamente moribundo y terco y vulnerable y malvado. Pero hablaba mucho y se desmayaba poco: estaba cansada de que me describieran las palideces, los sudores y la tos. Quería más datos, quería sexo explícito. Los libros eran ideales, y además me ayudaron a especificar mis fetiches. Pasaba de largo las enfermedades neurológicas: no me gustaban las convulsiones ni los retrasos mentales ni las parálisis y ciertamente el sistema nervioso me aburría. Me tenía sin cuidado, curiosamente, toda la oncología: el cáncer me parecía sucio, sobrevalorado socialmente, un poco vulgar (la pobre señora tiene un tumor, decían las viejas... y también se le dice ¡la papa!) y había demasiadas películas de cancerosos heroicos (me gustaban los enfermos heroicos, pero no los que eran un ejemplo de vida). Y qué sin gracia la nefrología: estaba claro que la gente se moría si sus riñones dejaban de funcionar, pero a mí no me importaba, porque de por sí la palabra "riñones" me parecía espantosa. Ni hablar de lo gastrointestinal, tan sucio. Estaba claro lo que me gustaba, dónde me detenía, y, una vez descubierta la especialidad, me dediqué solo a eso: me gustaban los enfermos pulmonares (reminiscencias de Helen, Ippolit y todos los otros tísicos, con seguridad) y los enfermos cardíacos. Esto tenía su costado vulgar, pero sólo si eran ancianos (o después de los cincuenta, cuando empezaban a intervenir espantos como el colesterol). Si eran jóvenes... qué elegancia. Porque, por lo general, no se notaba. Si eran hermosos, era una suerte de belleza arruinada, pero secreta. Todas las otras enfermedades solían tener un plazo: esto era diferente. Podían morirse en cualquier momento. Una vez me compré un CD en una librería médica (donde todos los empleados pensaban que era una estudiante, me había encargado de hacérselo saber, precavida) que se llamaba Ruidos cardíacos. Nada me había dado antes tanta felicidad. Supongo que lo que a los hombres y mujeres normales les provocaba escuchar gemir de placer al sexo que les guste, a mí me lo provocaba escuchar el latir de esos corazones arruinados. ¡Tanta variedad! ¡Tantos latidos diferentes, todos con significando cosas distintas, todos hermosos! (Páginas 115-116)
Dónde estás corazón
Mariana Enriquez Editorial Anagrama 202 páginas
$17.000
"Los peligros de fumar en la cama"
Por Amelia Carvallo
"Me gusta que Nueva Orleans sea una ciudad de resilientes, me gusta que tenga más cementerios que cualquier otra ciudad del mundo".
silvana sergio
Adelanto del libro "Los peligros de fumar en la cama",
de la autora argentina Mariana Enriquez.
"Me gustaban los enfermos pulmonares y los enfermos cardíacos. Eso tenía su lado vulgar".