El Mar, arca sagrada de la Patria
Las hermosas hojas del Mar de Chile lo acaricia: nuestro Mar, de resonancia y heroísmos, donde el caracol de las mitologías y leyendas canta su inmarchitable tentación de lejanías.
En el mar de Chile, las venturas se desplazan en la fragancia y el yodo, y en la gracia y el color de sus riquezas, verdaderas joyas de la vida. Y si faltase a este amor un argumento máximo de honra, bastaría que cogiésemos de ese Mar tumultuoso de pasión libertaria, que es nuestro Himno Nacional, estas claras palabras de ternura y profecía:
" … Y ese Mar que tranquilo te baña,/ te promete un futuro esplendor".
Porque lo magnífico de nuestra Patria no aletea por sus aires: ondula, salta y retumba en sus aguas. Esto lo sabemos de muchachos. Nuestras madres nos vistieron de marineros no por vano adorno pueril de maternidad: nos vistieron así, pues comprendían que sólo con estampa de navegante se doblegue el destino; con su azul conjuga mejor el corazón del chileno, a quien, si mirásemos sus fondos con Rayos X de Sentimiento, descubriríamos un delicioso crucero de navíos desvelados, yendo de Norte a Sur de la sangre.
Dijimos: infancia, y tiemblan, allí, tardes inolvidables: aquella en que nos aceptaron cadetes de la Escuela Naval, poblándosenos el cuerpo, de doradas estrellas marineras. Y brilla una memoria profunda: ésta en que, en la penumbra de una silenciosa taberna antofagastina, nos tatuaron una hélice de cuatro aspas en el brazo resuelto, única flor en nuestro pasar y en nuestro pesar de hombre extendido a la medida de todos los adioses. Después brota la tarde romántica que nos condujo a las bancadas ideales de la Hermandad de la Costa, ungiéndonos Hermanos, el 528.
¿Qué juguete más bello disfruta los niños chilenos que el mar de sus costas? "Mariscar", pescar, el simple "playear", son placeres que el niño de las costas conserva, como una marca de arenas, durante el transcurso íntegro a sus días. ¡El primer baño de mar que disfrutamos nos bautiza más que el óleo!
La vida nacional se enriquece en nuestro Mar. ¡Chile es su mar!
Andrés Sabella