Los Mares de Chile
Nuestro Mar es bello y es aún más lógico hablar de "los Mares de Chile" que del Mar de Chile. Las aguas que bañan nuestras costas ofrecen la variedad que les impone la influencia del clima subtropical de Arica, pasando por todas las gamas, hasta el clima glacial. Temperatura, color, densidad, salinidad, todas las características cambian a medida que se desciende o se sube por esta prodigiosa escala de paralelos que abarca nuestra geografía.
Vasto y rico es nuestro Mar, o mejor dicho, nuestros Mares. Una gran extensión de ellos es arrastrada por la corriente de Humboldt, que nace lejos de la zona antártica y avanza hacia el Norte, enfriando las aguas de Chile Central. A esta corriente se debe, en gran parte, la variedad y abundancia de nuestra fauna marina.
Los Mares del Norte chileno son de una gran riqueza de peces y mariscos. Reina allí la albacora como soberana, a lo menos por su tamaño y su fuerza, ya que por la exquisitez de su carne hay otros peces que le hacen seria competencia. La pesca de la albacora atrae cada año muchos fanáticos del mundo entero. Tocopilla es el epicentro.
El Mar de las costas del desierto de Atacama es magníficamente salvaje. Se quiebra con ímpetu contra los agrios peñascos para responder con su violencia a la majestad ruda de esas tierras. En la costa de Antofagasta, por ejemplo, la gallardía de la ola da un carácter inolvidable al paisaje.
Mares peligrosos pero bellos, ricos, imponentes son los nuestros. Toda la poesía y la majestad del agua salada está en Chile, desde el encanto casi tropical de Arica hasta el caos glacial de la Antártida. Los grandes monstruos surcan sus ondas: la ballena azul, la orca, el tiburón, la albacora. Los manjares de las mesas más refinadas van nadando cerca de la costa o se pegan a las rocas: el congrio, la corvina, la lisa, la ostra, el erizo, el loco…
Todos los barcos rompen con susurro estas olas inquietas, desde el fantasmal "Caleuche" hasta un modernísimo crucero.
Todas las proezas y las leyendas del Mar son patrimonio nuestro.
Salvador Reyes