En la actualidad, para atribuir explicaciones adecuadas acerca de los modos de leer y escribir... ellas nos podrían mover a equívocos. Podríamos acompañar la reflexión con preguntas centrales tales como: "¿a usted le gusta leer?"; "¿vive la lectura como algo placentero?"; "¿usted compra diarios, libros o revistas?"; "¿siente que le falta algo si no lee o no escribe?" o "¿a usted le provoca la educación lectora que recibió?".
El hábito de leer debe ser considerado como algo natural, sin costos mayores y en forma placentera para los niños y jóvenes. La formación de niños y niñas lectores, a su vez, es el fruto, en realidad, de una serie de complejos factores que en sí entrañan un desafío motivante y posible, por lo demás, más allá de las librerías y bibliotecas de una ciudad.
Esta manifestación, en todo caso, va sumada a dos mitos que debiéramos dejar atrás: aquel que dice que los alumnos no leen, o leen menos, porque existe la televisión, el cine o los aparatos digitales, aunque, paradojalmente, con éstos, se aburren más; y el otro, que señala una connotación negativa que tendría la lectura en la educación formal, en general. ¿Qué hacer, entonces? Para transformar el acto de leer en una actividad más cercana a los distintos quehaceres hago mención de algunas sencillas prácticas: se puede leer mucho, después de estar viendo una serie o navegando por internet; se puede usar la biblioteca CRA para leer en una clase de Educación Física o de Matemática; se puede crear la costumbre al interior de la familia, con los niños pequeños, después de que ellos juegan Yo-Kai-Watch o Pokémon porque también son buenas historias narrativas. O bien, generar un compromiso emocional con la lectura a través de un diario o de una revista.
Y esto va más allá de lo que puede hacer un docente en la sala de clases. Recordemos que en las clases de lengua y comunicación el tema de la lectura sólo genera impacto en los estudiantes en un promedio 20%. El resto se distribuye en la parte social, la familia, etc.
La mejor experiencia de lectura debe estar posicionada cuando…ni siquiera se sabe leer. El acto de la buena lectura debiera comenzar a organizarse en una necesidad articulada y estética por conocer el mundo a través de las palabras.
Francisco Javier Villegas
Profesor de Castellano, Doctor en Didáctica