'Todo, todo'
La fórmula romántica de una protagonista con enfermedad incurable que se enamora de un chico nunca falla, aunque el modelo ideal ya cumpla 47 años y se titule 'Love Story' que, en 1970, consagró a Ally Mac Graw y Ryan O'Neal, cuyo amor desesperanzado con la música del compositor francés Francis Lai, conmovió a medio mundo.
De ahí en adelante han existido muchos filmes que han tratado de imitar -sin mayor éxito- esta receta: 'El chico de la burbuja de plástico', de 1979, con un jovencito John Travolta, de alguna manera era el mismo tema pero con su héroe imposibilitado de poder amar debido a una extraña enfermedad. Otro ejemplo que se quedó a medio camino de lograrlo fue 'Otoño en Nueva York', con Winona Ryder enamorando a un maduro Richard Gere. También utilizó este esquema 'Najo la misma estrella', de reciente aparición en nuestra cartelera.
'Todo, todo' parte de este mismo modelo: Maddy es una adolescente cuya existencia siempre ha sido la misma rutina, porque durante diecisiete años ha estado encerrada en su casa, sin poder salir ni a la puerta, debido a una inusual enfermedad inmunológica, al cuidado obsesivo de su madre que es médico y con la única visita de una enfermera que la cuida. Todo ese mundo de orden inalterado se derrumba cuando una familia se muda al lado de su casa y ella, que jamás ha experimentado ese sentimiento, comienza a enamorarse de Olly, el adolescente que se transforma en su nuevo vecino.
Es cierto que la película parte bien, tiene su encanto en el hecho que la protagonista nunca haya podido salir al mundo exterior y que se divierte todos los días armando maquetas, viendo películas como 'Hechizo de luna', con Cher y Nicolas Cage o navegando por Internet. Su mundo ordenado, calculado al milímetro y rutinario hasta en su vestuario (ella cuenta al comienza que tiene cien poleras blancas similares que usa día tras día) se transforma cuando Olly interrumpe ese tedio cotidiano, sobre todo porque la chica se enamora y empieza a rebelarse respecto de la disciplina con que la cuida su madre.
El problema de 'Todo, todo' es que pasada la media hora, se empantana, no avanza con la suficiente fluidez que uno quisiera y su motivo romántico se convierte en un relato demasiado sensiblero, de ésos que buscan el impacto con los espectadores adolescentes sin preocuparse de la lógica interna de su desarrollo dramático, lo que se hace más evidente al final, cuando se revela el gran misterio que resulta tan postizo como increíble.
El filme, dirigido por Stella Meghie incluye en su reparto a la figura juvenil de Nick Robinson (Jurassic World, La quinta ola), que convierte a su personaje de Olly en un chico común y corriente que se enamora, dándole la adecuada espontaneidad que no tiene Amanda Stenberg en su rol de chica enferma.
Para los románticos que se creen cualquier historia puede que les resulte una delicia, sobre todo porque tiene todos los elementos necesarios para armar un melodrama: adolescente enferma, chico enamorado, oposición de la madre, rebeldía juvenil y el peligro de una muerte inminente… ¿qué más se podría pedir?
Pero en estricto rigor, después de pasada la media hora inicial, el espectador que entiende que el cine es algo más que una fórmula calculada y monótona, prefiere quedarse con la inmortal 'Love Story' que, de manera directa, sin trampas y con la solidez de su relato, sigue siendo el paradigma del amor entre dos adolescentes que deben enfrentar lo inevitable.
Victor Bórquez
Escritor, docente y
comentarista de cine