El, hasta ahora, fallido viaje de la alcaldesa de Antofagasta Karen Rojo a Bolivia debe recordarnos lo delicado que son las relaciones entre países y el respeto que debemos tener todos para ayudar en la integración y no entorpecer los vínculos existentes.
Los problemas entre Chile y el país altiplánico son conocidos. El asunto es centenario y principalmente se funda en el anhelo boliviano de tener una salida soberana al mar, lo que Chile no puede aceptar, toda vez que el Tratado de 1904 es claro respecto de las delimitaciones y las obligaciones que se tienen, las cuales nuestra nación cumple estrictamente.
El problema es que Bolivia está en una permanente campaña de desinformación. Así acusa que Chile incumple el pacto bilateral, con el objetivo de renegociarlo y así conseguir su objetivo final. De esta manera se explica que llevara su reclamo al Tribunal de La Haya, o que el excanciller David Choquehuanca visitara los puertos de Arica y Antofagasta para acusarnos falsamente de fallar en nuestras obligaciones. El gobierno del presidente Evo Morales lo hace y lo hará de esa forma. No puede extrañarnos.
Durante todo este tiempo, y considerando que el líder altiplánico ha dialogado con Ricardo Lagos, Michelle Bachelet en dos ocasiones y Sebastián Piñera, Chile ha respondido de la misma manera y con todo el arcoíris político entregando su apoyo a la labor del Estado y el Ministerio de Relaciones Exteriores.
No hay otros actores en este plano, porque ello no es aconsejable. Tampoco se acostumbra a las faltas de respeto, ni las provocaciones; no se cae en la tentación de ganar provecho político ante estas situaciones, en tanto no son espacios para ello, menos cuando la disputa de ambas naciones está en un punto álgido.
En tal sentido las recientes palabras de la alcaldesa Karen Rojo no son comprensibles, no le hacen bien al país, ni a las relaciones. Una cosa es lo que haga Bolivia y otra es lo que Chile ha hecho en el tiempo, con un marcado respeto por las personas y el derecho. Todos los compatriotas debemos colaborar en los grandes objetivos, sin caer en lo fácil, o lo popular.
Las diferencias son legítimas en cada caso, pero no las ahondemos y busquemos hacer lo correcto para el país.