La mayor inclusión de los discapacitados (en todas sus formas) es un hecho real y objetivo durante los últimos años en Antofagasta y el país. Hay avances concretos en el ámbito urbano, educativo y laboral, y aquí mucho tiene que ver la labor de la Teletón en casi 39 años.
Hemos aprendido a mirar de manera más respetuosa a quienes tienen alguna condición diferente, ya sea en el ámbito físico, visual, auditivo como intelectual, haciendo más fácil su vida y entregando herramientas necesarias para superar o subsanar algunos prejuicios y obstáculos del pasado.
Es cierto, aún falta mucho por avanzar y hacer, pero lo importante es que hay acciones. Sólo basta observar los accesos a los edificios, la nueva concepción de construir las aceras con desniveles en sus esquinas, estacionamientos exclusivos, los taxibuses con asientos reservados y los baños inclusivos en servicios públicos y privados, entre muchos ejemplos. Un cambio de mentalidad que vale la pena destacar y seguir poniendo en práctica.
Según el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis), en Chile hay más de 2,8 millones de personas (16% de la población) con algún tipo de problema, cifra que deja en evidencia la relevancia de impulsar políticas de inclusión a largo plazo.
Sin embargo, también vemos en Antofagasta algunas evidentes malas prácticas que atentan contra este espíritu, sobre todo al encontrar vehículos estacionados sobre las aceras, en los pasos cebra, taxibuses que no paran a personas con silla de ruedas y acciones poco solidarias en el diario vivir. Ahí derechamente estamos al debe.
Una sociedad debe ser respetuosa y amable con los discapacitados, quienes tienen mucho que aportar en diferentes ámbitos. Sólo así se construye algo mejor y el bien común pasa a ser un verbo activo.
La inclusión es un paso importante que estamos dando, aprendiendo, escuchando y, quizás lo más importante, respetando a los demás, pese a sus diferencias. Una tarea en la que vamos por buen camino, pero que aún requiere de mayor compromiso de todos.