Fray Taltal, en 1944
Taltal codo de tierra apretado a un brazo de mar. Puerto de milagro que vivió los oscuros días de los changos, que merodeaban por Paposo; litoral rico en oro, salitre, cobre y yodo. Sus cerros rojizos aprisionaron los sueños de los aventureros del oro que arañaron sus calicheras y minaron sus cerros en la vigilia de esperanzas tras la fortuna.
Como San Francisco de California tuvo un auge formidable: más de 20 mil habitantes vivían la vida inquieta de un despertar promisorio. Como un sueño, surgieron sobre la costa hostil innumerables faenas: Tricolor, Chile, Alemania, Flor de Chile, Guanaco, Santa Luisa… El cobre y el salitre dieron vida inusitada a este puerto bello y acogedor…
El esfuerzo lo hizo grande y rico. Hubo fortunas y tragedias y en apretado contubernio se mezclaban santuarios y cantinas; fiebre de alcohol, odios y amores. Vida tremante y nueva; eso era Taltal. Han ido apagando sus fuegos las oficinas salitreras. La fiebre del desarme, nuevo filón de fácil fortuna, transforma la pampa en cementerio de elefantes. Ruina de esperanzas, riquezas que vuelven al torvo sueño de la tierra.
Hoy Taltal se defiende valerosamente para no morir. Un cable publicó la noticia: "En marzo se para la oficina Santa Luisa". Este es el fin. Un fin que no merecía Taltal. Inútilmente se ha pedido la instalación de una concentradora de metales de baja ley; la creación de la escuela de pesca anexa al Liceo Industrial; eso daría nueva vida a esa riquísima región.
Para muchos esto constituye un doloroso aviso. Hoy es Santa Luisa. ¿Quién nos dice que mañana no le toque a su vez a Chuquicamata, Pedro de Valdivia o María Elena, cuando el ritmo de la guerra, o de la paz, no precise de grandes stocks de salitre o cobre?
Hago un llamado a los que alguna vez han vivido en el norte y han hecho sus problemas y esperanzas. No es posible que un implacable centralismo condene a muerte al pueblo de Taltal, digno de mejor suerte.
Nota: De El Pueblo, gentileza de Jaime Alvarado G.
Guillermo Beytía O.