"Rendición", la fábula contemporánea de Ray Loriga
El autor español, de paso en Chile para presentar su última novela, habla de la mezcla realidad-fábula que utilizó para construir la historia en la que un campesino huye de la guerra y enfrenta su propia capitulación.
En las fábulas, en rigor, hay de todo menos simpleza. Eso debió pensar el escritor español Ray Loriga (Madrid, 1967) cuando delineó su última novela, "Rendición" (Alfaguara"), como si fuera una fábula. Por un lado, un elemento de absoluta extrañeza, y, por otro, algo que resulta cercano. Es esa paradoja la que se perdió en las fábulas que leímos de niños y que Loriga, reciente ganador del Premio Alfaguara y de paso por Chile para la gira promocional de su libro, pretende rescatar a través de la historia de un campesino que se ve obligado -por la guerra- a dejar su casa y su tierra, para emprender un viaje con su familia hacia una ciudad nueva y perfecta. En esa diáspora, como la entiende Loriga, el narrador debe enfrentarse a la rendición de sí mismo.
-¿Cómo partió para ti "Rendición"? ¿Fue la idea de la rendición o el personaje?
-Yo diría que fue la voz. La voz de un hombre que debe vivir una circunstancia difícil: la ausencia de sus dos hijos en una guerra, con todo el peligro que eso conlleva. Él, más o menos, tenía una vida organizada y previsible. Y de pronto llega el giro brutal de las circunstancias, el temor a un desalojo forzoso que finalmente se produce y se encuentra sumergido en una diáspora. Por eso, siempre me importó -y tuve claro- que el personaje habla como habla porque lo hace tiempo real, y que no hace una larga reflexión de lo sucedido, sino que intenta irse adaptando como puede.
-Has dicho que "Rendición" tiene elementos de fábula con elementos realistas. ¿En qué sentido crees que es así?
-La novela está situada en un limbo, sin una referencia directa a un país concreto o una época. Se puede entender que sucede en occidente y en un tiempo parecido a este. Y por eso, desde el principio partí con una noción básica que se parecía a "Los viajes de Gulliver": ¿dónde queda la identidad, si es que hay una, más allá del reflejo de los otros en un contexto determinado? De ahí que el personaje se mueva en ese territorio. Él se considera a sí mismo como algo ya formado y al cambiarle todas esas circunstancias tiene que ver qué es él realmente.
-Y en ese sentido, ¿cuál crees tú que es lo más realista del libro?
-Lo que he intentado, tener, dentro de ese limbo que es la fábula, tener una aproximación hiperrealista, es decir, que sepamos qué está sucediendo. Hay, incluso, una lista de las cosas que poseen, que deben hacer una sopa en el casco de un soldado muerto, que todo eso pudiese seguirse como si esto le estuviese suciendo realmente a alguien.
-¿Cómo funcionaba para ti la idea de la rendición del protagonista?
-Él va asumiendo una serie de rendiciones constantes, y esas rendiciones, que son muchas, tienen una razón, que es por la que todos lo hacemos a diario: la protección de los nuestros. Eso nos lleva a aceptar situaciones que son contrarias a nuestra naturaleza, pero que son más seguras. Por eso me interesaba que el personaje fuera tan vulgar como somos todos. Cuando, de hecho, él tiene la posibilidad de darle un giro a esa circunstancia, y hacerse con el poder, no se atreve. Piensa que los demás están más capacitados para comandar que él.
-Incluso él mismo fantasea con tener otra vida. Hay una escena que él se inventa una historia y después debe aceptar su mentira.
-Esa parte me gusta especialmente, porque no solo mentimos a los demás, sino que nos mentimos a nosotros mismos. Él se da cuenta, retrodece y se pregunta por qué está mintiendo. Da igual de dónde vengamos, todos hemos practicado esas pequeñas o grandes mentiras. En realidad, la mentira la contamos a otros para engañarnos a nosotros mismos.
-¿Qué tan difícil fue imaginar el mundo, relativamente futurista, que aparece en "Rendición"?
-Tenía que ver un poco como una metáfora de nuestros tiempos, de las redes sociales, de la multiobservación, y sobre todo de la autodelación, en el que nosotros no guardamos secretos. Antes, en las visiones orwellianas, nos arrancaban los secretos, bien fuera por espionaje, tortura o extorsión, y de pronto nos hemos encontrado en un mundo donde nada de eso era necesario. Por el contrario, entregábamos nuestros secretos con entusiasmo, de buen grado, y deseando que cuanto más gente lo viera mejor, con el riesgo de dejar nuestra propia autoestima en la mirada de los otros.
-Has dicho que habías empezado a escribir "Rendición" hace bastante tiempo y, a la vez, muchos han considerado la novela como una deudora de este tiempo. ¿Cómo se emparentan ambas ideas?
-Para un mundo como el nuestro, una década es poco tiempo. De todos modos, el signo de los tiempos que yo tenía en la cabeza no era exactamente la crisis de los refugiados sirios, y tampoco nada relacionado a Donald Trump, ni cosas así. Cuando empecé esta novela, la idea de que Donald Trump fuese presidente sí me sonaba a ciencia ficción y a una distopía absurda. Pero lo que nos ha sucedido esta última década, supongo, permeó la escritura de la novela.
-Has dicho que el narrador es una especie de estorbo del progreso. ¿Crees que la literatura tiene esa misma condición?
-Espero que no. La literatura siempre va a tener un lugar, aunque sea, como en esta novela, para hablar del desconcierto que produce el presente o la amenaza del futuro, aunque, como sucede en "Rendición", la amenaza del futuro sea una mejora.
-¿En qué medida el Premio Alfaguara te ha permitido repensar el libro?
-Esa es la parte conflictiva de todo esto. Por supuesto, hay un beneficio directo en un premio, pero lleva una contrapartida: de tanto hablar del libro, se va diluyendo. Lo acercas al lector, pero a la vez lo vas perdiendo tú porque hablas tanto de él que se empieza a evaporar, curiosamente. No sólo descubres menos de lo que esperabas, sino que a veces ni siquiera sabes de qué estás hablando. Intento, de todas maneras, que eso no pase.
El escritor español ray loriga en chile, poco después de presentar su novela "rendición".
Ray Loriga
Editorial Alfaguara 216 páginas
$14.000
"Rendición"
Por Cristóbal Carrasco
Cuando Esopo, hace más de dos mil años, ideó las "Fábulas", tenía que imaginar la mayoría de los animales que eran el centro de sus historias. Los griegos, cuando las oían, también. Muy pocos en Grecia sabían cómo era un elefante o un mono. Nunca los habían visto. Por eso, las fábulas, para ellos, eran historias fantásticas que narraban la brutalidad humana con protagonistas que no tenían nada de humano. Fue mucho tiempo después, gracias a compiladores como La Fontaine o Samaniego, que las fábulas se convirtieron en lo que son ahora: relatos más o menos simples que dejan una moraleja evidente.
WIlson Gajardo Blackwood