Isabel Allende: "Nunca he dejado de ser feminista y a mucha honra"
Con "Más allá del invierno", la autora acude puntual a la cita de publicar un libro nuevo cada año, esta vez con el amor maduro entre dos solitarios que enfrentan el riesgo encarnado en una inmigrante guatemalteca. Acá también habla de su nueva relación a los 74, de San Francisco, de activismo, de violencia y de su espacio íntimo.
Isabel allende llegará en las próximas semanas a chile desde san francisco para presentar su nueva novela, "más allá del invierno".
A fines de agosto Isabel Allende estará en Chile para presentar su última novela, "Más allá del invierno" (Plaza & Janés), que transcurre en enero de 2016 en Nueva York, cuando la ciudad enfrenta a una de sus peores tormentas de nieve. En Brooklyn vive desde hace cuatro meses Lucía Maraz, una periodista chilena que alquila el sótano de Richard Bowmaster, quien además es su compañero de trabajo en la Universidad de Nueva York. Ambos están en sus setentas y cargan recuerdos dolorosos. A ellos se suma, por la gracia de un derrape en la nieve, Evelyn Ortega, una guatemalteca de casi veinte años que es inmigrante ilegal. Un cadáver en la cajuela de su auto pondrá a estos tres personajes frente al riesgo, el amor y la amistad.
-¿Cómo llegó al epígrafe de Albert Camus que abre el libro? "En medio del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible".
-Fue por casualidad. Hace como dos años estaba en Nueva York, en una conferencia en el Instituto Omega, que aparece en el libro. Ahí escuché la frase y la anoté en una libreta que quedó por ahí. Hasta que, de repente, buscando entre otras notas, apareció la libreta con la dichosa frase y le dio la columna vertebral a la historia que estaba tratando de contar.
-¿Diría entonces que todos tenemos un verano invencible dentro?
-Sí y no solo nosotros como personas tenemos un verano invencible, sino que también la sociedad, el mundo, las naciones. Cuando pasan cosas muy malas en mi vida personal, más o menos sé que no va a ser eterno, sé que por dentro tengo la energía y la capacidad de salir adelante. Creo que lo mismo pasa en ciertos momentos políticos, por ejemplo en estos momentos en Estados Unidos, en que mucha gente -y yo estoy entre ellos- cree que estamos viviendo un invierno en que todos los valores en los cuales uno cree han sido pisoteados por este nuevo gobierno. Pero es una cosa temporal, debajo de la superficie se gestan fuerzas que son el verano.
-¿Cómo se prepara uno para pasar ese "invierno"?
-Si pensamos en la sociedad, uno se organiza, se comunica, se informa, es un tiempo de activismo y de resistencia; cuando me pasa a mí, nunca caigo en la depresión, me pongo a trabajar, trato de hacer cosas que ayuden a otras personas, que es algo que me satisface mucho, lo que más feliz me hace. Trato de no enfocarme en mi propio ombligo, sino que salirme de mí misma. En el libro eso es un poco lo que pasa: que los personajes, cada uno en su estilo y dentro de su propia biografía, están viviendo un momento gris, un momento invernal, y al encontrarse y tomar la decisión de correr una aventura que puede ser peligrosa, al correr el riesgo, se abren al mundo y le permiten a ese verano salir a flote.
-¿Es siempre un requisito perder el miedo al miedo?
-Claro que sí pues, lo que más nos restringe es el miedo al miedo, porque todavía no pasa nada y ya estamos asustados; nos cuidamos tanto de sufrir, pero la vida tiene un componente de sufrimiento y ¿qué importa, cuál es el problema, para qué vamos a sufrir antes? No me cuestiono tanto sobre el peligro y sigo la curiosidad por la aventura. Por ejemplo, en el amor por supuesto que se puede sufrir, pero si te pones a pensar en eso no vas a dar el primer paso para entrar en una relación. Por miedo a los riesgos, no haces nada y no vives nada.
-Hay mucha gente que vive así.
-Claro, y eso es lo terrible. El personaje de Richard, por ejemplo, vive así, asegurado por todos lados, una vida muy cautelosa, y no le pasa nada, vive hibernando.
Personajes y mundos
-¿Cómo construyó el personaje de Evelyn, la inmigrante? ¿Cuál es su nexo con el mundo inmigrante en la ciudad que hoy es su hogar?
-Tengo una fundación y uno de sus programas más importantes es con los refugiados que llegan a Estados Unidos; muchos de ellos vienen de México y Centroamérica, sobre todo de Guatemala, Honduras y El Salvador. Por tanto, tenemos muchos casos, muchos de ellos muy parecidos al de Evelyn, así que no tuve que inventarla, conozco su historia.
-El personaje de Daniela, la hija de Lucía, representa el mundo LBGT. ¿Por qué la incluyó?
-Es que estoy viviendo primero que nada en California, estoy rodeada de gente joven y está muy presente en el aire el que la gente joven no quiere identificarse por género, se sienten más libres de escoger el género que quieran tener y cambiarlo, también, por el camino. Hay una especie de libertad que no existía cuando yo era joven y que tampoco estuvo cuando mi hijo era joven, así que ahora me toca verlo en la generación de mis nietos y me parece súper interesante, he tratado de entenderlo con el corazón abierto, lo que cuesta mucho a mi edad.
-¿Qué piensa de la comunidad LBGT?
-Tengo el mayor respeto por esa comunidad, como lo tengo por la comunidad gay, por ejemplo. Cuando vine hace treinta años a Estados Unidos estaba en el aire todo lo del matrimonio gay, en un tiempo en que había una oposición feroz. Yo siempre estuve a favor de sus derechos. Creo que mientras más libertad haya y mientras más aceptemos las diferencias, es mejor.
-¿Qué es para usted la libertad?
-La libertad son opciones, el tenerlas por lo menos, algo que muy poca gente maneja realmente. Creemos tenerlas, pero vivimos realmente presos en deudas, en temores, en prejuicios, en aspectos sociales que nos inhiben, en gobiernos que no funcionan; realmente la libertad es poder escoger lo que uno quiere hacer.
-¿Cómo ve esta noción de "sororidad" que enarbolan las mujeres y qué tan feminista sigue siendo?
-Si definimos sororidad como la unión entre mujeres para fines comunes, me parece indispensable. Los hombres tienen mil formas de fraternidad desde las cuales controlan el manejo del mundo, desde clubes hasta círculos cerrados como la mayoría de las religiones, los militares, las elites financieras o tecnológicas, etc. La unión hace la fuerza. Las mujeres tienen que aprender de los hombres esa notable estrategia. Nunca he dejado de ser feminista y a mucha honra, aunque por un tiempo el término estuvo desprestigiado y pocas mujeres admitían ser feministas, porque no era sexy y parecía pasado de moda. Ahora hay una nueva generación de mujeres dispuestas a continuar la labor que iniciaron sus abuelas y bisabuelas. El nuevo feminismo incluye los movimientos LBGT y abraza la diversidad.
-¿Cómo está su San Francisco?
-Mi San Francisco está muy bien, porque está en un estado como California, que es el lugar desde donde se hace frente a Trump, es el sitio desde donde se sostienen los valores que me interesan, es un santuario para los inmigrantes, somos muy progresistas en cuanto a todo: el aborto, la marihuana... culturalmente, socialmente, estamos siempre de avanzada y ahora que ha habido un retroceso brutal, nos sentimos mucho más motivados para la resistencia.
Cambio narrativo
-¿Ha variado su estilo narrativo, es más concisa?
-Sí, el mundo ha cambiado. Ahora todo es rápido, los lectores no tienen paciencia para el estilo barroco o para novelas de mil páginas. La literatura está influenciada por la agitación de la vida, los medios sociales, los cambios tremendos en la cultura, el impacto del cine, la televisión y los videos, las drogas, la violencia, la angustia de la vida urbana y mucho más. Esos son los temas de ahora y la escritura los confronta en un estilo muy diferente a la época del Boom de la Literatura Latinoamericana. Además, en mi caso, hay cambios provocados por el hecho de vivir y trabajar en inglés, que es una lengua más directa. En español necesitamos tres frases y media docena de adjetivos para decir lo que un gringo dice en una línea con dos sustantivos y un verbo.
-Tiene lectores en lugares como Corea, Turquía e Islandia. ¿Cómo es el feedback con ellos y qué es lo que más le sorprende del alcance de su literatura?
-Lo que más me sorprende es que una historia que uno cuenta tiene resonancia en partes que uno ni siquiera sabe dónde están en el mapa. Eso me da la idea de que los sentimientos y las relaciones, las tragedias y las comedias humanas, son similares en todas partes. Las similitudes que nos unen son muchas más que las diferencias que nos separan, y eso lo he comprobado no sólo por los libros vendidos, sino que también por las cartas que me llegan. De repente me llegan cartas en unos idiomas que no tengo idea, buscamos una traducción y resulta que la persona está diciendo que vivió una situación similar, o que su familia se parece a la mía.
-¿Qué tan aplicada es para responder correspondencia?
-Contesto siempre el primer mensaje, debo ser de los pocos escritores que se sientan en la mañana, a las cinco de la mañana, a contestar los correos. Mantengo al día mi mail y con algunas personas, muy pocas por cierto, he seguido una cierta correspondencia que termina siendo una especie de relación. Recibo miles de correos, así que puedo contestar el primero, pero no puedo mantener una correspondencia con cada uno de mis lectores. En Chile nos escribimos con dos mujeres todas las semanas. Es gente que ha sido muy leal conmigo.
-¿Qué imagen o figura condensa para usted el siglo XX?
-El siglo XX ha sido un siglo de tremenda violencia, tuvimos las dos guerras mundiales, genocidios, el Holocausto, masas de refugiados yendo de un lado a otro y junto con eso ha habido progresos extraordinarios. Creo que una cosa trae a la otra. Fue después de la Segunda Guerra Mundial que vino la Declaración de los Derechos Humanos y la idea de que había que mantener la paz como fuera. Muchas cosas suceden a partir del horror de la guerra, es como un péndulo que va y viene.
AMANTES A LOS 70 y algo
Isabel Allende cumple en tres días más 75 años. Se separó en 2015 y el año pasado comenzó una relación con Roger Cukras, un neoyorquino al que ya presentó en Chile con sus padres.
-¿Es el amor después de los 70 años un terreno poco explorado y sorprendente para la literatura? Pienso en Kent Haruf, en la novela que acaba de publicar usted.
-Antes la gente vivía menos y se podía imaginar una pareja que se casa para toda la vida, porque eso era como 20 o 30 años, pero ahora eso significaría estar juntos por 65 años o más. No es muy realista que digamos, ¿verdad? Las parejas terminan por muchas razones, desde falta de amor hasta el fallecimiento de uno de los dos. Quedan años por delante en los que es posible -y hasta deseable- encontrar otro amor. Traté el tema en "El amante japonés" y en mi reciente novela "Más allá del invierno". Tengo 75 años y no sólo estoy viviendo otro amor con la misma pasión de la juventud, sino que conozco varias personas mayores que yo que están enamoradas. Mi vecina de 90 tiene un amante de 76. Creo que más y más este será un tema de la literatura, porque la población del mundo (al menos la que tiene acceso a la literatura) está envejeciendo y planteándose estas interrogantes.
-¿A partir de qué construyó las descripciones del amor adulto, esta atracción erótica que es también adolescente, estar abrazados en la cama y solo sentirse? ¿Son recuerdos o lo vive de esa manera?
-Mucho de lo que escribo es investigación e imaginación, pero en el caso de esta novela no necesité investigar nada ni recurrir a extremos de imaginación. Mi fuente de inspiración fue la experiencia personal.
-¿Cómo está la relación con su pololo neoyorkino?
-Está muy buena la relación. El hecho de que viva en Nueva York es una desgracia, pero bueno… ahora está vendiendo todo lo que tiene: la casa, deshaciéndose de los muebles, todo, yo le dije que ni la ropa le sirve aquí, porque nadie anda de traje en California, andan de bluyines. Creo que se va a venir a vivir conmigo en diciembre o en enero.
-Qué bueno…
-Está buenísimo, ahí ves tú el caso de una persona que está dispuesta a correr riesgos y no le importa el peligro de que, por ejemplo, no resultara. El tipo se va a encontrar sin casa y sin nada si acaso no le resulta conmigo, pero está dispuesto a jugársela por entero. Y si no lo estuviera, no resultaría y no pasaría nada. Yo tengo menos que perder, porque él se viene a mi territorio, pero igual corro un riesgo de entrar a una relación que si no funciona, va a ser un problema… bueno, okey, pero mientras tanto, aprovechémosla.
-Mal no lo van a pasar.
-No pues, por ahora no, después ya veremos. ¿Tú sabes qué me dicen mis amigas? "Por Dios, tiene 75 años, te va a tocar cuidar un enfermo"; y yo les digo: "Bueno, pero por el momento tiene buena salud", así que para qué me voy a poner a pensar en eso, ponte que la que se enferme sea yo o que me atropelle un camión.
-¿Piensa volver a vivir a Chile?
-Siempre tengo un pie allá, mis viejos están vivos, es increíble, mi padrastro tiene 101 años y ha estado bien enfermo recientemente, pero ha estado reponiéndose; mi mamá tiene 96 y está mal físicamente, pero brillante de la cabeza, así que tengo un pie allá siempre por ellos y eso seguirá siendo así, porque mi hijo, mis nietos, mi trabajo y mi fundación están todos aquí.
"Más allá
del invierno"
Isabel Allende
Plaza & Janés
352 páginas
$15.000
Lucía. Brooklyn
La tormenta se anunció el viernes con una nevada espesa y una ventolera furiosa que barrió a latigazos las calles casi despobladas. Los árboles se doblaban y el temporal mató a los pájaros que olvidaron emigrar o resguardarse, engañados por la tibieza inusitada del mes anterior. Cuando se inició la tarea de reparar los daños, los camiones de basura se llevaron sacos de gorriones congelados. Los misteriosos loros del cementerio de Brooklyn, en cambio, sobrevivieron al vendaval, como se pudo verificar tres días más tarde, cuando reaparecieron intactos picoteando entre las tumbas. Desde el jueves los reporteros de televisión, con la expresión fúnebre y el tono emocionado de rigor para las noticias sobre terrorismo en países remotos, pronosticaron la tempestad para el día siguiente y desastres durante el fin de semana. Nueva York fue declarado en estado de emergencia y el decano de la facultad donde trabajaba Lucía, acatando la advertencia, dio orden de abstenerse de ir a dar clases. De cualquier forma, para ella habría sido una aventura llegar a Manhattan.
Aprovechando la inesperada libertad de ese día, preparó una cazuela levantamuertos, esa sopa chilena que compone el ánimo en la desgracia y el cuerpo en las enfermedades. Lucía llevaba más de cuatro meses en Estados Unidos alimentándose en la cafetería de la universidad, sin ánimos para cocinar, salvo en un par de ocasiones en que lo hizo impulsada por la nostalgia o por la intención de festejar una amistad. Para esa cazuela auténtica hizo un caldo sustancioso y bien condimentado, puso a freír cebolla y carne, coció por separado verduras, papas y calabaza, y por último agregó arroz. Usó todas las ollas y la primitiva cocina del sótano quedó como después de un bombardeo, pero el resultado valió la pena y disipó la sensación de soledad que la había asaltado cuando empezó el vendaval. Esa soledad, que antes llegaba sin anunciarse, como insidiosa visitante, quedó relegada al último rincón de su conciencia.
Esa noche, mientras el viento rugía afuera arrastrando remolinos de nieve y colándose insolente por las rendijas, sintió el miedo visceral de la infancia. Se sabía segura en su cueva; su temor a los elementos era absurdo, no había razón para molestar a Richard, excepto porque era la única persona a quien podía acudir en esas circunstancias, ya que vivía en el piso de arriba. A las nueve de la noche cedió a la necesidad de oír una voz humana y lo llamó.
-¿Qué estás haciendo? -le preguntó, procurando disimular su aprensión.
-Tocando el piano. ¿Te molesta el ruido?
-No oigo tu piano, lo único que se oye aquí abajo es el estrépito del fin del mundo. ¿Esto es normal aquí, en Brooklyn?
-De vez en cuando en invierno hace mal tiempo, Lucía.
-Tengo miedo.
-¿De qué?
-Miedo sin más, nada específico. Supongo que sería estúpido pedirte que vengas a hacerme compañía un rato. Hice una cazuela, es una sopa chilena.
-¿Vegetariana?
-No. Bueno, no importa, Richard. Buenas noches.
-Buenas noches.
Se tomó un trago de pisco y metió la cabeza bajo la almohada. Durmió mal, despertando cada media hora con el mismo sueño fragmentado de haber naufragado en una sustancia densa y agria como yogur.
El sábado la tempestad había seguido su trayecto enardecido en dirección al Atlántico, pero en Brooklyn seguía el mal tiempo, frío y nieve, y Lucía no quiso salir, porque muchas calles todavía estaban bloqueadas, aunque la tarea de despejarlas había comenzado al amanecer. Tendría muchas horas para leer y preparar sus clases de la semana entrante. Vio en el noticiario que la tormenta seguía sembrando destrucción por donde pasaba. Estaba contenta con la perspectiva de la tranquilidad, una buena novela y descanso. En algún momento conseguiría que alguien viniera a quitar la nieve de su puerta. No sería problema, los chiquillos del vecindario ya se estaban ofreciendo para ganarse unos dólares. Agradecía su suerte. Se dio cuenta de que se sentía a sus anchas viviendo en el inhóspito agujero de Prospect Heights, que, después de todo, no estaba tan mal.
Por la tarde, un poco aburrida del encierro, compartió la sopa con Marcelo, el chihuahua, y después se acostaron juntos en un somier, sobre un colchón grumoso, bajo un montón de mantas, a ver varios capítulos de una serie sobre asesinatos. El apartamento estaba helado y Lucía se tuvo que poner un gorro de lana y guantes.
Isabel Allende Llona responde al teléfono en la libertaria ciudad de San Francisco. Es cerca del mediodía y su voz suena clara desde sus 74 años. Se ríe cuando le preguntan si no se siente en deuda con los hombres extraordinarios, ella que casi siempre ha puesto en el centro de sus historias a mujeres. "Creo que en todas mis novelas hay personajes masculinos importantes, pero lógicamente me atraen más los femeninos, sobre todo si son personajes históricos y han sido olvidados. Piensa tú, por ejemplo, en Inés de Suárez, un personaje extraordinario donde lo pongan, pero que ha sido bastante ninguneado en Chile. Me parece que me corresponde más a mí que a nadie escribir sobre ella", dice y zanja el tema.
"El mundo ha cambiado. Ahora todo es rápido, los lectores no tienen paciencia para el estilo barroco o para las novelas de mil páginas".
Lori Barra
"Los hombres tienen mil formas de fraternidad desde las cuales controlan el mundo, desde clubes hasta círculos cerrados".
Extracto del libro "Más allá del invierno" (Plaza & Janés),
de la escritora chilena Isabel Allende.