Simón Bolívar
Era Bolívar un relámpago hecho hombre, pura y dura arcilla de América alzada sobre su resplandor. Cuando nació el 24 de julio de 1783, en las jóvenes madres americanas sintieron todas una flor de luz brotaba para sus hijos en el confín de sus tierras: era la flor de la Libertad que comenzaba a relampaguear en la frente de aquel niño que, pronto, se volvió caballero de la verdad.
La historia de Bolívar es la misma y diáfana historia del maíz, del tabaco, del estaño, del cobre, del oro, del salitre, de la caña de azúcar, porque él es Hermano en sangre y gracia de nuestros dones y nuestros sueños.
Simón de América, como le canta don Juan Félix Jérez de Aristeguleta y Bolívar, dará con un maestro, con otro Simón, en sus primeros días de muchacho, y el viejo Rodríguez le tallará en las sienes la diadema de la dignidad humana. Entonces, Bolívar besa la primera espada y entiende que la palabra Libertad está sembrada de fuego y de aurora.
Y cuando delante del sol latino de Monte Sacro jura por las cenizas de sus mayores y por la semilla de su carne, que luchará hasta que se hayan "roto las cadenas que nos oprimen"; y cuando crea el Congreso de Panamá, que florece, dignísimo, el 22 de junio de 1826, su mano ya toca la entraña del porvenir, su mano ya es rosa de nuestras victorias, su mano ya empuña nuevas banderas y abre nuevos deberes a la conciencia del hombre americano.
Cuando nació Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco,su nombre completo, legó al lar caraqueño y se convirtió en el paladín de todos los que ansiaban clamar el grito puro del hombre: -¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD!
Las palabras de Bolívar se marcan, segundo a segundo, en la conciencia continental: seguirán los años, repitiendo su consigna de ¡UNIDAD! ¡UNIDAD!. Unidad entre los pueblos Hermanos, para constituir, un día decisivo, la familia que disfrutará de los beneficios de una existencia de abundancia y de amistad: la familia que nuestro Neruda exaltó en su Canto al Libertador, cuyos brazos nos confiaron "un mundo de Paz".
¡PAZ! ¡PAZ!
Andrés Sabella, Revista Hacia