Un liderazgo ausente
En los últimos días hemos visto la aparición de una serie de grietas preocupantes que sugieren que los seleccionados de Chile actuaron en los dos últimos partidos como una serie de individualidades, según lo que creyeron que era mejor, quizás perdidos, sin una guía clara detrás de la cual actuar como grupo.
Solo la semana pasada Claudio Bravo dijo que "necesitamos recuperar la humildad"; Charles Aránguiz, que "no llegamos claros ni concentrados a partidos que, en el papel, eran fáciles", agregando además que el viaje del ténico de la Roja, Juan Antonio Pizzi a Europa, antes de la fecha de octubre, no tiene razón de ser porque el rendimiento de cada uno no cambia por una visita; y Arturo Vidal ha continuado su guerra personal contra los hinchas y la prensa, publicando casi todos los días en Instagram mensajes que hablan de tapar bocas, de que el vive la vida a su manera y desactivando los comentarios en sus posts, como tratando de probar al resto que él siempre está bien, haga lo que haga y juegue como juegue.
Todo lo anterior me dice que cada uno anda por su lado. Que el manejo de grupo tras un objetivo claro y concreto no ha funcionado. Y por cierto, sin quitarle la responsabilidad a los jugadores, todo apunta hacia Juan Antonio Pizzi.
Si bien apoyé su contratación, más que nada por su calidad humana y sus títulos como entrenador, también es cierto que hace rato ya me deja esa impresión de que le falta un liderazgo sólido y que le aterra "enojar" a los jugadores, cuidándose siempre de declarar cautelosamente a favor de ellos o de darles ciertas licencias para no echárselos encima.
Uno percibe una confusión futbolística y una blandura de su parte que no cuaja con ellos, porque para que los talentos individuales rindan en un grupo, más allá de su propia responsabilidad, es siempre necesario creerle a quien lidera. Es el líder el que debe darles seguridad y claridad, para que la concentración y el foco tras el objetivo sean una consecuencia natural.
El problema es no saber si ya es demasiado tarde para recuperar las oportunidades perdidas. El tiempo se agota y si no se le gana a Ecuador, se acaba todo. Para mí hay dos cosas claras: Si Chile logra clasificar a Rusia, Pizzi debe continuar al mando para terminar el proceso, porque además su experiencia en torneos cortos es buena. Pero si la Roja no llega al Mundial, entonces Pizzi deberá irse, en lo que también marcará el ocaso inevitable de esta generación. De todo corazón, ruego que ese momento no llegue en octubre.
Cecilia Lagos