Tengo que confesar que no me cabe la menor duda en lo personal, al igual creo que a muchos de Ustedes estimados lectores, de que el valor más grande y sagrado en este mundo, es el Don de la Vida.
Jesús nos señaló ya hace mucho: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia…".
Y es que se quiera o no, la vida ha sido, es y será el regalo más maravilloso. Jamás debería ser este humano derecho, causal de divisiones en los seres humanos. Menos aún derivarnos a análisis tan destructivos de decir si defendiendo la vida estamos hablando de generosidad o egoísmo. La vida es una sola y a la vez digna del mayor de los respetos.
Desafortunadamente la relativización de las acciones más sublimes en nuestro mundo actual, han derivado a grandes equivocaciones. La gente, con la osadía propia de los seres humanos, en muchas ocasiones no gradúan ni valoran el gran don que poseen al ser dadores de vida. El acto de amor serio y responsable, no lo pueden transformar en la cima del egoísmo. Sin embargo, esta contradicción tan deshumanizadora se ha vuelto algo muy común en la humanidad actual. En muchas ocasiones, aún cuando nuestra conciencia nos dicta "a gritos la verdad"; que el derecho a la vida es intransable, se suelen aceptar algunos graves atentados, invocando siempre un sinfín de argumentos, que como cristianos, respetuosamente no podemos aceptar, acatando el precepto divino; "No matarás".
Pareciera que la explicación más torpe y cómoda que atenta contra la vida humana, sin pensar que así se está actuando, son el resultado y el símbolo perfecto de la antigenerosidad, y es la que termina siempre por corroer el alma y el corazón de miles de seres humanos.
En realidad aunque pareciera una frivolidad decirlo así, vivimos un mundo que está sufriendo de un eclipse del valor a la vida, ésta a diario se ve amenazada de las más diversas y crueles formas. Increíble que en pleno siglo XXI; en el cual la humanidad ya ha sufrido tanto por sus errores, los cuales debieran servirnos como ejemplos para no seguir cometiéndolos, desafortunadamente seguimos, " tropezando con la misma piedra".
Ahora encuentro más razonable y entiendo mejor las acertadas palabras de Albert Einstein cuando señaló: "Existen dos ámbitos infinitos, el universo y la necedad humana…".
Martín Bretón O.
Magister en Política Educacional