Hay una letra de Violeta Parra que a su nieto Ángel le revuelve el corazón. Se llama "Pupila de águila" y parte así: "Un pajarillo vino a posarse bajo mi arbolito / Era de noche, yo no podía ver su dibujito / Se lamentaba de que una jaula lo hizo prisionero / Que las plumillas, una por una, se las arrancaron / Quise curarlo con mi cariño, mas el pajarillo / Guardó silencio como una tumba hasta que amaneció". El tema se oye a dos voces. Violeta lo canta con el uruguayo Alberto Zapicán en "Las últimas composiciones", un disco "donde las canciones podrían ser una película, por el poder de síntesis de relatar la vida de una persona en dos minutos", dice Ángel Parra.
El miércoles 4 de octubre habría cumplido 100 años, pero entre homenajes y conciertos, las celebraciones comenzaron hace ya diez meses. Ahora que en la calle se tararean las canciones más pegajosas de Violeta Parra, Ángel está dedicado a recorrer Chile y el mundo con "Las últimas composiciones", grabadas con su guitarra y voz, con la de su hermana Javiera y también con las de Manuel García y Álex Anwandter, entre otros músicos. El viaje, sin embargo, comenzó para él mucho antes, hace más de diez años. Ha sido un viaje a su sangre, a la raíz de sus emociones, un viaje sin filtros ni tabúes, una zambullida en la complejidad de su abuela y en el laberinto familiar.
Parra se acomoda en un sillón morado, bajo una arpillera hermosa que está enmarcada en el living de su casa de La Reina, la misma comuna donde Violeta Parra pasó sus últimos días. Los animales y el enorme árbol que hay detrás del vidrio componen una obra que él observó en su casa desde que era chico, pero ahora es una de las pocas pertenencias que conserva de su abuela. "Ella era muy generosa y regalaba todo", comenta Ángel.
-¿De qué manera estaba presente la figura de tu abuela en la casa?
-La figura de mi abuela siempre fue algo misterioso y en algunos períodos de mi vida, medio tabú. Ha pasado por muchas etapas, porque cuando éramos chicos, la salida de Chile al exilio vino a desarraigar a la familia en relación al apellido Parra y por ende a la Violeta. Mi mamá me habló mucho de la Violeta y yo tenía una imagen muy potente de mi papá como Ángel Parra, y cuando me fui a estudiar a Francia y vi que él en cada y concierto que hacía presentaba las canciones de su madre, empecé a entender más acerca de la figura de la Violeta. Más grande, le empecé a preguntar a mi papá por cómo era la Violeta, pero él era bastante celoso, no le gustaba mucho hablar de ella; con el tiempo empezamos a conversar más de sus viajes y canciones. No era un "te voy a explicar cómo era tu abuela", sino que a través de las canciones me iba contando anécdotas. Luego escribió el libro que se hizo película, "Violeta se fue a los cielos". Pero para entender completamente su figura, fueron casi como 30 años. Ese camino fue largo.
-Si a tu papá le costaba hablar de Violeta, ¿el suicidio fue tema tabú?
-Yo tengo guardadas unas fotocopias que mi mamá tenía de los diarios de esos días, donde se lee "Se suicidó Violeta Parra". Cuando yo estaba mal anímicamente, erra un horror mirar todo eso, pero ahora las puedo ver con calma. Me acuerdo de una última foto que vi, que me perturbó bastante, que está dentro de varias fotos que me mandó un amigo de mi papá cuando él murió. Violeta trató de suicidarse varias veces y hay una foto en que aparece con vendas en las manos, como media dopada en una cama, que me dejó para adentro. Ella estaba pasando por un problema grande existencial y entendiendo la decisión. Mi papá siempre me hablaba de esto como algo muy digno. Decía: "Imagínate, hijo, una mujer que hizo lo que hizo, que recorrió todo el mundo, que tuvo cuatro hijos, que compuso toda esa música. No se la puede juzgar". Y yo eso lo respeté. Pero tampoco era una cosa que se pudiera hablar mucho, porque creo que ellos como hijos deben haber tenido consecuencias para toda la vida, porque la Violeta se quedó un poco sola en esos años. Si hubiese sido su hijo, yo también sentiría una culpa que debe haber durado muchos años. Es algo difícil de procesar.
-¿Es cierto que gracias a tu hombro malo te acercaste profundamente a ella?
-Lo del hombro fue donde desembarqué al final del proceso de mi crecimiento. De haber dejado el alcohol, las drogas y el grupo Los Tres. Yo estuve 20 años en esa banda, fue un viaje muy interesante en cuanto a aprender a moverme en los escenarios del mundo, a grabar discos importantes y tocar con gente fantástica. Pero yo tenía una inquietud, que fue in crescendo a partir de los 40 años, en relación a la música de mi abuela y que no encontraba en Los Tres. Cuando volvimos el 2006, sicológicamente estaba atravesando un momento difícil de la vida, llegando a los 40 años y queriendo madurar y conservar mi familia, lo que no era muy compatible con el rock. Ahí me empecé a cuestionar muchas cosas y quise cambiar en mi vida. Y cuando mi papá sacó el libro y la película "Violeta se fue a los cielos", empecé a analizar más la historia de la Violeta y el suicidio, y me metí en una cosa sicológica sin ir al siquiatra, pero de entender por qué mi abuela lo hizo. Como estaba metido en el alcohol y las drogas, entendí que estaba en un acto repetitivo.
-¿Cómo fue darse cuenta?
-Cortar con todo eso significó para mí un renacimiento de mi cabeza como adulto, de entender a mi abuela y alejarme de toda esta cuestión banal. Para mí las canciones de la Violeta tienen tanta profundidad en sus textos, actitud y dignidad, así como todo lo que hizo, que cada vez me daba más vergüenza ser como era. Todo este gran proceso derivó en la noticia de que tenía que operarme del hombro y tuve que parar de tocar. Fue muy difícil, pero siempre me basé en el apoyo de mi familia, mis hijas y mi mujer. Tenía una sensación de inestabilidad que era espantosa, agarré el cancionero de la Violeta y como no podía hacer mucho más que pasear al perro con un brazo doblado, los textos de la Violeta me empezaron a dar calma. Porque empecé a entender los mensajes dentro de las letras de cada canción. Cada frase tiene una profundidad demasiado grande. Empecé a entender mucho más de cerca la relevancia de las canciones de "Las últimas composiciones" gracias a una situación médica.
-Qué increíble resolver algo sicológico gracias a las canciones de tu abuela.
-Increíble, porque no había otra manera de salir de ese hoyo y creo que mi abuela me ayudó en ese sentido. Fue como una oportunidad para entender algo que no entendía. Fue como decirme "ya no estoy en Los Tres, no estoy en las drogas, no estoy en el trago y no puedo tocar. Entonces, voy a usar mi cabeza en algo positivo", y ahí empezó a hacer sentido el proyecto del disco.
-¿Qué te heredó tu abuela?
-Como nieto, me hace sentido la presencia de la Violeta en mi vida y en mi sangre. Me hizo entender que había algo de lo que tenía que agarrarme y que era algo que ella había dejado y que nos dejó a todos los chilenos. Ella no consumía drogas, no tomaba, tenía un orden mental. Era como un monje del trabajo. Se levantaba temprano a crear con una guitarra que a veces no tenía las cuerdas, con la casa para la cagada, con suelo de tierra, y eso fue hasta el último día de su vida. Y después ves que canciones como "Gracias a la vida" la grabó Juanes, y muchos más, y que este año la está cantando el mundo entero. Ella sabía que iba a ser así, pero nos sorprendió a todos con la grandeza de su obra.
-¿Cuál es la revolución musical que hizo Violeta?
-Es total y absoluta, porque nos demostró que muchas veces la enseñanza académica tiene muchos ángulos que están fuera de foco y que no comprenden la verdadera inteligencia del ser humano, porque una escuela no puede hacer un milagro con un estudiante de música o de arte. La experiencia es algo que va más allá de los libros. Todo lo que la Violeta registró y anotó con sus cuadernos y su grabadora gigante, lo estudian en el mundo. Ella nos demostró que podía hacer arte y no necesitaba estar casada con un tipo con plata y no necesitaba amarrarse a ningún tipo de estructura. No necesitaba ir a ningún conservatorio y sólo con ese ímpetu de mujer, luchadora, sola, con hijos, que se separó de sus maridos que la querían dejar en la casa cocinando, salió adelante.
-Me hablaste de los regalos de ser nieto de Violeta Parra, pero imagino que también tiene un peso.
-Cuando era más joven lo sentía como un peso, pero porque yo no estaba haciendo el trabajo de conocer su repertorio, de tocarlo y difundirlo, y ahora lo estoy haciendo con este disco. Estoy haciendo el rol que me toca, porque yo también tengo esa misión en esta vida. Se murió mi papá y queda una bandera que te la deja y te dice: "Y ahora te toca a ti, porque tienes que motivar a otros jóvenes". Porque cuando yo me muera van a seguir otros.
-¿Sabes cómo fue la infancia de ella?
-Su realidad fue muy ligada a una pobreza real, que nosotros no podemos entender mucho hoy en día. Una persona que no tiene zapatos hasta los ocho años hoy es raro imaginárselo, pero ese fue el caso la Violeta y de la infancia de mi papá. Hay algo en los Parra que me gusta mucho y es que siendo recurrente en la familia la situación de pobreza, siempre hay una columna vertebral que apunta mucho más hacia la sabiduría y hacia la alegría. Si la realidad de la familia era pobre, no había una sensación adentro de la casa de drama ni de espanto. Al contrario, había juegos, adivinanzas, había folclor. Había cantos, había guitarra, entonces los niños aprendían algo desde muy pequeños, que después les sirvió para toda su vida. Mi papá no fue al colegio, llegó hasta cuarto básico, y la Violeta tampoco fue al colegio, y sin embargo, cuando escuchas las canciones, todo el mundo se sorprende y se pregunta de dónde vino el lenguaje y el conocimiento, y viene del folclor.
¿Se atrevieron a bautizar a alguien en la familia con el nombre Violeta?
-Yo me atreví a ponerle a mi hija Violeta, la otra se llama Emiliana. Y fue divertido, porque yo siempre supe que le quería poner Violeta a mi primera hija.
-Si le pudieras escribir una carta a tu abuela, ¿qué le dirías?
-La Violeta es una persona que me hubiera gustado mucho conocer y que me explicara todo con su presencia. Lo único que podría decirle es que le agradezco y que el pueblo de Chile le agradece; que por medio de mi humilde persona, el mensaje de su obra va a seguir hasta mi muerte, difundiéndose mucho más. No puedo estar más agradecido de ella por haberme dado esta oportunidad de a los 50 años enfrentar su obra en totalidad, cantando sus canciones, grabando un disco completo de su obra, y no coquetear solamente con sus canciones como lo hice en Los Tres. Ahora estoy metido en su música y, como me dijo mi papá antes de morir, "con esto, hijo, puedes hacer desde música contemporánea hasta pop, rock o lo que quieras". Porque es una escuela completa. Así que gracias.
la gira mundial
"Las Últimas Composiciones de Violeta Parra" (LUCVP) se presentará mañana en París y después llegará a México. En Chile quedan tres fechas: el
15 de octubre en el festival "Santiago es mío" (con Camila Moreno y Álvaro López), el 28 de noviembre en el Teatro Universidad de Concepción (tickets en Dale.cl) y el 8 de diciembre en el Municipal de Santiago (con Roberto Márquez, Álvaro López y el coro del teatro).
Ángel Parra y una arpillera que conserva de su abuela violeta en su casa de la reina, la misma comuna donde ella se suicidó a los 49 años.
Por Magdalena García C.
"Siendo recurrente en
la familia la situación de pobreza, siempre hay una columna vertebral que apunta mucho más hacia la alegría".
alfonso gonzalez
"Sólo con ese ímpetu de mujer luchadora, sola, con hijos, que se separó de sus maridos que la querían dejar
en la casa cocinando, salió adelante".