Puerto Rico es un archipiélago caribeño, conocido por sus originarios, los tainos, como Boriquen. Fue descubierto por Colón en su segundo viaje en 1493, quien lo bautizó como San Juan Bautista. Luego los españoles le pusieron como nombre Puerto Rico a la capital. Con el pasar de los años, estos nombres se intercambiaron y así Puerto Rico pasó a ser San Juan y el originario San Juan Bautista se convirtió en Puerto Rico.
Desde el descubrimiento se convirtió en colonia española, hasta 1898 en que Estados Unidos, en su guerra con España, lo invadiera. Desde esa fecha, pasó a ser un Estado Libre Asociado de la nación norteamericana. Por lo tanto, su máxima autoridad política es el gobernador del Estado, no existiendo la figura del Presidente.
Desde 1917 los puertorriqueños son considerados ciudadanos estadounidenses. El último censo determinó que hay más portorriqueños o boricuas en EE.UU., cerca de 5 millones, que en su propio país, cuya población viene en franca disminución alcanzando a menos de 3,5 millones.
La población desciende de los tainos, los españoles y los africanos que llegaron como esclavos a trabajar, especialmente en la extracción de oro. Hoy la industria manufacturera más importante es la farmacéutica, que representa más del 25% del Producto Interno Bruto.
A pocos kilómetros de la costa capitalina existen cayos, islas y arrecifes, en cuyas aguas es posible practicar, con un simple equipo, el buceo y observar una amplia gama de multicolores y hermosos peces y corales.
Una visita al Parque Nacional El Yunque es recomendable. Se trata de uno de los bosques pluviales más lluviosos del mundo, con un promedio de 3.400 mm al año. En su recorrido se pueden apreciar cientos de especies de árboles, plantas y bellas cascadas.
Una de las atracciones de San Juan es el Castillo San Cristóbal, fortificación española construida a fines de siglo XVIII, con el propósito de defender la ciudad de ataques terrestres. Es la construcción militar más grande de toda América. Obviamente tampoco debe dejarse de lado una vuelta por el Viejo San Juan, el sector antiguo y zona histórica de la capital, con sus calles empedradas, sus coloridas edificaciones de arquitectura pretérita, sus plazas e iglesias, tiendas y restoranes, lo hacen ser uno de los lugares más turísticos de la isla.
En una oportunidad, le pregunté a un taxista quién era el máximo héroe local y éste no me respondió, como si no hubiera entendido. Luego deduje su silencio. En Puerto Rico no existió una lucha libertadora de la colonia española, ni tampoco, luego, del dominio estadounidense. Nunca se independizó de la tutela de sus conquistadores, por lo tanto, no hubo personajes que combatieran heroicamente por su emancipación.
La grandeza de espíritu de Violeta Parra
La disidencia natural del alma y la apertura de espíritu, pueden deparar sorpresas notables. Una de ellas es haber descubierto en descampado el planeta Violeta Parra y quedar cosido a su estrella, en palabras de Huidobro. Mujer dadora de infinito. ¿Qué sería la vida si no hubieras nacido? Un mundo insondable, lleno de matices, imposible de recorrer entero; sin embargo, cualquiera de sus parajes rezuma humanidad.
Hay algo nuevo y distinto en el humanismo de Violeta Parra y que desplegó en cada lugar que habitó. Vivió intensamente de modo similar como vivimos la mayoría de los seres humanos. Amó con pasión a un hombre, tuvo hijos; vivió la tristeza infinita de perder a una hija; volvió a amar y a sufrir y siguió amando.
Y recorrió el país conociendo a las personas y su arte y reconoció una identidad y no sólo la transmitió. Ella encarna el Chile profundo, a sus habitantes sencillos y esforzados que amanecen antes que despunte el alba y se recogen después del crepúsculo. Ese Chile que empezó por el 1400 y que Violeta recoge sin excluir a nadie; el blanco, el mestizo, el indio y el negro son todos hermanos como cantaba uno de sus discípulos.
Vivió una época adversa para una mujer y más aún para una mujer con arte y estilo; no obstante, logró mostrar al mundo su creación. Nada la amilanó, redobló sus esfuerzos y creó belleza. Los desaires, desilusiones y desamores los respondió con arte.
Hay un pensamiento poético en Violeta, pero también un compromiso con el ser humano real, con el que vivió y compartió. No es el compromiso etéreo y vago con un ser humano abstracto o con una ideología o una utopía. Es compromiso social. El canto de todos que es mi propio canto.
Sus sueños se hunden en las entrañas del ser humano y de la tierra que habita. No hay nada en la vida de Violeta que no esté revestido de grandeza. Hoy, Violeta es reconocida por la gente sencilla y por cualquiera institución de educación y de cultura mundial. No es sólo la inteligencia la que ilumina la vida de la humanidad, sino principalmente la nobleza de su espíritu.
Celebramos en estos días su centenario y el país se regocija y la recuerda. En cada rincón de Chile los niños cantan sus canciones. Y ¿por qué no rendirle un homenaje vivo en saldar deudas con nuestros propios hermanos y que permanezca esa realidad setenta veces siete? Sugiero tan sólo dos de muchas posibles. La primera, un compromiso país para que no haya ninguna niña o niño sin pan, madre o padre y la segunda, que nuestros hermanos indígenas vivan en su propia tierra. La tierra es su mundo. ¿Hace falta mucho esfuerzo e inteligencia? Por cierto, pero sobre todo grandeza de espíritu que generosamente nos regaló Violeta Parra.
Carlos Tarragó
Presidente Corporación Proa Antofagasta
Salvador Lanas Hidalgo
Director académico de Escuela de Liderazgo USS