El candor de los pobres
Después del terremoto de Valparaíso, el 16 de agosto de 1906, y maltrato o, duramente, al poeta Carlos Pezoa Veliz, poco duró este, falleciendo el 21 de agosto de 1908, tras una solitaria agonía, de cuyos últimos alientos nos quedó su poema "Tarde en el hospital", golpeado por "el agua mustia" que caía sobre su abandono. A 80 años de su muerte, leemos su rotundo y vibrante ensayo "el candor de los pobres", tal vez el más fuerte mensaje de su espíritu de chileno a medida cabal, tanto que, en ocasiones, imaginamos que Carlos Pezoa Véliz es un personaje de los muchos creados por Pezoa Véliz, cuyo verdadero nombre fue Carlos Moyano Jaña.
En muchos estrofas de "alma chilena", editado en 1912, por la acción fraternal de Augusto D'Halmar y Ernesto Montenegro, Pezoa Véliz alza sus protestas que parecen preparar el gran alegato que lo minera las páginas del "Cantor de los pobres". Así, el soneto "La Pena de Azotes" que describe la humillante pena sufrida por un desertor; la cuarteta de fuego de "El organillo", evocando "Cuando la tierra era buena/cuando no había patrones/que hicieran siembra de pena/y vendimias de pulmones"; su posición de paz en "Pancho y Tomás", revelando que "a la guerra los amos no van" y esbozando, allí una visión de Utopía en las esperanzas de que el país " en que no hay mejillas flacas, ni hombres que ultrajados son".
El terreno, pues espiritualmente, se hallaba listo para los razonamientos lúcidos y valientes del "Candor…", que principia por afirmar que los pobres "Creen encantados en todo lo desconocido" y en todo lo que le bucean los interesados en expoliarlo: "La causa lo patriotas", "La salvación nacional", "Las instituciones republicanas"… Los pobres piensan que la Constitución que es "una inmensa mujer de cabellos rubios".
Hoy, Pezoa Véliz habría sido encarcelado por violentista. Su consejo, durante 80 años, ganó en solidez: pronto, habrá para los hombres un mundo límpido, construido por "el Valor de los pobres", liberados del terror y el candor.
Esnuestro homenaje a un muerto glorioso de su pueblo.
Andrés Sabella