Un 24 de octubre
Cery querida, tu recuerdo viene a mí con imágenes dispares: en fotografías de tu vida universitaria, delgada, muy delgada, participando en actividades junto a Andrés. Entonces yo no te conocía, no formaba parte de ese grupo tan especial de alumnos que tuvieron la dicha de participar en las clases de Sabella en la Universidad del Norte. Recuerda, Cery, que yo fui alumna de Andrés en el Liceo de Niñas de Antofagasta.
Hay un gran salto de años. Y, buscando personas que conocieron al maestro y pudieran dar su testimonio, encontré tu nombre. Preguntando, preguntando, supe que estabas en la Universidad Austral de Valdivia. Me comuniqué contigo y te conté que existía la posibilidad de retomar las LINTERNAS DE PAPEL. De inmediato me dijiste que te encantaría participar de esa aventura. Y así, el 15 de julio de 1997, escribimos "Permiso, Maestro" e iniciamos juntas esta hermosa tarea diaria que ya ha cumplido 10 años. Recuerdo que tú decías "casi considero una falta de respeto escribir en el mismo espacio y con el mismo nombre tal como escribía sus columnas Andrés".
Nos hicimos muy amigas, sin conocernos físicamente, compartíamos correos y llamados larguísimos, recuerdos, novedades, nostalgias. Pero, sobre todo, nos traspasamos importantísimas informaciones respecto al maestro.
Un día, estando en Santiago, viajé a Valdivia solamente para conocerte. ¿Recuerdas, Cery? Nos faltó tiempo, casi no dormimos conversando, mirando fotografías, contándonos anécdotas. Al despedirnos, nos abrazamos fraternalmente como lo que éramos: amigas de siempre.
Era octubre del 2000 y llegó la triste noticia. "Cery Toro está gravemente enferma". No lo pensé dos veces. Y viajé a Valdivia, porque mi amiga estaba enferma. Nunca pensé, Cery, que tú estabas… abandonándonos.
Un 24 de octubre, mientras te leía versículos de la Biblia y poemas de Andrés Sabella, tu respiración, a veces agitada, a veces muy pausada, dejaba escapar tu vida, tu vida de mujer plena, realizada, admirada, de profesional querida, de compañera recordada, de mujer amada.
¡Orza, querida Cery Toro!
María Canihuante