Magela Baudoin y el llanto sin razón que dio origen a la sal
La escritora boliviana presentó en Chile "La composición de la sal", 14 cuentos en los que explora las tensiones que provoca el roce humano, en especial el familiar. Acá habla del lenguaje, de adjetivos y del mar.
De esa forma se delinea cierto carácter para estos catorce cuentos singulares, llenos de meticulosas observaciones y espacios cotidianos e inquietantes, que siempre reflejan más que lo evidente. Todo está enmarcado en "atmósferas amenazadoras, tenebrosas, vísperas de tormentas", detalla Manguel.
En "Un verdadero milagro" asistimos a la vida de la pequeña Catalina, que viaja en un bus infernal lejos de su padre viudo, a pasar unos días de vacaciones en el campo. También somos testigos de la hermosa parquedad de "Un reloj. Una pelota. Un café", donde la tríada de un abuelo, su nieto y la madre enferma, recrea una pintura con relumbres de amor y dolor. Hay parejas disparejas donde la fascinación por el otro es inexplicable, como en "Amor a primera vista", el cuento que abre el volumen; o parejas como la de "Gourmet", que sobrellevan el hastío de una vida aplanada por el trabajo y el vacío.
El cuento que titula el volumen, "La composición de la sal" -libro que ganó el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2016 y que presentó en la última Filsa-, dibuja a un hombre entrando a la vejez que comienza a llorar inexplicablemente. Es el punto de partida de una metáfora para lo líquido, lo salado, el mar y el llanto que abre compuertas insospechadas.
-¿Desde qué anécdota fluyó "La composición de la sal"?
-Cada cuento tiene su destino. Este encontró el suyo en la brujería. Yo tenía una imagen que me taladraba la cabeza: un hombre viejo lloraba, todo el tiempo y sin razón aparente. Por esos días, visité Quito y en una calle del centro pillé un cartel que decía, textualmente: "Se cura el espanto, se dan baños de alegría". Ahí había un cuento. Lo demás fue sentarme a escribirlo.
-En algunos cuentos exploras el espacio familiar, lo sanguíneo. -¿Cuánto te persigue ese tema?
-Mucho. Me interesa la combustión de los espacios pequeños. El roce humano es siempre inflamable, pero en una familia aún más, porque te une un lazo definitivo, del que normalmente no te puedes deshacer. Las tensiones, los conflictos, en estos espacios, pueden ser profundísimos. El infierno mismo.
-¿De qué recuerdo o imagen partió el cuento "Noche de estreno"?
-Me contaron la historia de un hombre que llegaba siempre tarde y vestido del frac al Teatro Municipal de La Paz, para colarse a la función sin pagar la entrada. "Voy tarde, voy tarde", dicen que decía y se pasaba. El frac y el teatro comenzaron a dar vueltas en Buenos Aires y bueno… lo demás está en el cuento.
-¿Cómo administras tus adjetivos? En "Cinta roja" mencionas el intento de "describir sin aplanar con lo obtuso de un adjetivo".
-El lenguaje es una bestia que hay que amansar, para mostrar cosas que están fuera de él. Clarice Lispector lo decía mejor que yo, pero esa era la idea. El código-lengua desaparece en el momento de la lectura y es allí cuando ocurre el pacto con el lector, es decir, cuando comenzamos a "ver" en la ficción. Pues bien, en general, aunque no siempre, los adjetivos son bastante miopes, no muestran mucho, son grandes abstracciones: feo, bonito, grande, flaco, alto. Claro que esto que digo tiene también sus excepciones, pensemos en los adjetivos que seleccionaba Borges: la noche unánime, por ejemplo.
-¿Cómo llegaste al periodismo?
-Sabía que quería escribir. Entonces, hice una ecuación simple: ¿con qué oficio me puedo ganar la vida escribiendo? Periodismo. Luego me di cuenta que lo que yo quería escribir era ficción.
-¿Qué crees que significa el mar para los bolivianos y su ausencia?
-Una amputación. Un muñón que sigue sintiendo dolor en ese miembro cercenado e invisible. Por tanto, una causa inclaudicable. También, de alguna forma, es la madre de todas nuestras pérdidas y su justificación. El enclaustramiento marítimo es la muletilla que sirve para explicar todas nuestras desgracias. Hay una pedagogía del fracaso cifrada en el mar. Por ello, en "La composición de la sal", la bruja le da al hombre una cura imposible: un baño de mar con los ojos abiertos. Él se enoja mucho. "¿Que no sabe que perdimos el mar en la guerra?", le dice, pero finalmente fabrica su propio mar.
-¿Cómo es la selva boliviana?
-Verde, ruidosa, espesa. Lo que más me impresiona, me encanta y me asusta, son sus miles de ruidos. Vivo cerca de ella.
-¿Qué estás leyendo?
-Los maravillosos cuentos de Juan José Saer, un libro de ensayos de Alejandro Zambra y "Jeidi" de Isabel M. Bustos, que me está gustando mucho.
-Nombres tutelares de la literatura que te acompañan a menudo.
-Jorge Luis Borges, Emily Brontë, Truman Capote, Silvina Ocampo, Antón Chéjov, Clarice Lispector… es terrible esta pregunta. Nunca sé qué contestar.
-¿Cuáles son tus proyectos?
-Mi único proyecto para esta vacación es desconectar el celular, apagar el Facebook, no ocuparme de nada más que de mi novela. Al año pensaré en lo demás.
la escritora magela baudoin dice que "el lenguaje es una bestia que hay que amansar".
Por Amelia Carvallo
En el prólogo de"La composición de la sal" (Editorial Catalonia), el ensayista argentino Alberto Manguel apunta lo siguiente para definir el talento de Magela Baudoin, escritora y periodista nacida en Caracas, pero criada en La Paz: "Borges observó que quizás el hecho estético fuese «la inminencia de una revelación que no se produce». Esta calidad de promesa postergada define la delicada narrativa de Magela Baudoin"
Robert Brockmann