La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), organización que ayer recibió el Nobel de la Paz, urgió a las potencias atómicas, a unirse al tratado de prohibición de esos arsenales para acabar con la "amenaza" sobre la humanidad.
"Representamos la única elección racional, representamos a los que rehusan aceptar las armas nucleares como un elemento del mundo, unir sus destinos a las líneas de un código de lanzamiento. La nuestra es la única realidad posible, la alternativa es impensable", dijo su directora ejecutiva, Beatrice Fihn.
Fihn recibió el Nobel en una emotiva ceremonia junto a Setsuko Thurlow (85), sobreviviente de la bomba atómica lanzada en 1945 por EE.UU. sobre Hiroshima (Japón), que definió las armas nucleares como "el mal máximo" y usó el crudo relato de su experiencia para pedir el fin de una "locura" intolerable.
Fihn alertó de que el riesgo de que esas armas sean usadas es mayor ahora que al final de la Guerra Fría, por la presencia de más estados "atómicos", más terroristas y la guerra cibernética.
La directora de la ICAN rechazó el efecto disuasorio que esgrimen las potencias y sostuvo que su utilidad "real" es provocar miedo y negar la libertad, atrayendo a más países a la carrera nuclear.
Frente a la "aceptación ciega" y la negación del peligro de esas armas, llamó a reclamar "la libertad de no vivir nuestras vidas como rehenes de una aniquilación inminente" y sostuvo que la ICAN es "la voz de la humanidad" que pide su desaparición.
"La historia de las armas nucleares tendrá un final, de nosotros depende cuál será. ¿Será el fin de las armas nucleares o el nuestro? Una de esas cosas pasará", dijo Fihn, para quien el tratado apoyado en julio por dos tercios de los países de la ONU es "una luz en un tiempo oscuro", resultado de la acción de miles de personas comunes.