Muchos se preguntan por qué la política tiene tan alto desprestigio social y se denosta a quienes ejercen la actividad. Al mismo tiempo se exige tener espacios públicos en los que podamos opinar, exponer nuestros proyectos, criticar lo que no compartimos, vivir en común y exigir que las decisiones que se adoptan se correspondan con los valores y principios que la mayoría social exprese.
En ese proceso, el lenguaje permite al hombre, y lo distingue de los demás animales, construir relato de sus ideas y agruparse en torno a ellas, una de cuyas expresiones es la política que reúne a hombres y mujeres en torno a proyectos de vida en sociedad, para lo cual la conquista del poder le es consustancial.
En democracia eso explica las elecciones, porque nos permiten elegir pacíficamente a quien represente nuestros ideales y resuelve el legítimo ejercicio del poder.
Entonces, ¿por qué si la política es tan relevante para la vida en sociedad, tiene tan alto desprestigio social?
Sin desmerecer otras opiniones, esta crisis puede originarse porque el relato de las ideas ha perdido pertinencia y épica, siendo necesario volver a unir demanda social con referente político; oportunidad para que las fuerzas progresistas opongan a una sociedad individualista y consumista, una sociedad que reconozca derechos sociales universales que el Estado garantice, como el Plan AUGE; y también se origina porque la práctica de la política no ha sido de las mejores.
Un hecho negativo es la contradicción entre el decir y el hacer en política, por ejemplo en la elección presidencial de 1989, Patricio Aylwin derrotó a Hernán Büchi, quien junto a su equipo decía que el país se desplomaba si ganaba Aylwin, ello nunca ocurrió y hasta hoy se habla bien del Presidente Aylwin y su gobierno. La frase catastrófica no fue real y la historia se encargó de desmentirla.
Hoy noto una contradicción entre esa frase catastrófica y el uso de la imagen y mensaje de Aylwin en la campaña electoral de Sebastián Piñera, quien fue el primer jefe de campaña de Büchi, y ahora descartó usar la imagen y mensaje de su candidato, pese a que su actual propuesta de país es una adecuación a lo planteado por Büchi en 1989.
A lo anterior debe agregarse que por la falta de convicciones y desarrollo de ideas, muchos de los actores políticos, de distinto grado e influencia, han preferido guiar su conducta por la frase ¿cómo voy ahí? Antes que revisar si su actuar en política se condice con sus principios.
Precisamente son los principios que uno y otro sector propugnan donde se produce la diferenciación, lo que distingue un candidato de otro, por eso el ejercicio pacífico de las elecciones permite identificarnos con quien mejor representa nuestra visión de país y de región.
Por lo mismo no hay que tener miedo al debate, pues así se reafirman o modifican nuestras ideas y convicciones; y por ello el ejercicio de la política permite que el hombre, usando el lenguaje, pueda reunirse en torno a ideas y visiones conjuntas de la sociedad que anhelamos; por ello no dará lo mismo quien salga electo.
Ishiguro: las elecciones y las familias chilenas
Empezaré con un significativo y, a la vez, actual preámbulo literario. La semana pasada, se dio a conocer el discurso de Kazuo Ishiguro en su aceptación del Premio Nobel de Literatura de este año. En su elegante y comedido estilo, el autor de "Los restos del día" se dedica a abordar algunos silenciosos e íntimos puntos de inflexión a lo largo de su carrera de escritor. Si uno examina dichos episodios es posible advertir una especie de denominador común: cada uno de ellos lo experimenta como una perspectiva o dilema inesperados que le conducen a una renovada comprensión de su propia escritura o del mundo.
En su discurso, Ishiguro subraya lo sorprendente que le resulta ahora, al mirar hacia atrás, la actitud abierta y generosidad con que fue aceptada su familia en la comunidad inglesa donde se insertó en 1960, apenas 15 años después de una Guerra Mundial en que ingleses y japoneses habían sido tenaces enemigos.
Cuando nos acercamos a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en nuestro país, ¿qué enseñanzas podríamos rescatar y transmitir a nuestras hijas e hijos a partir de estos puntos de inflexión que relata Ishiguro?
A mi modo de ver, una lección trascendental es la necesidad de educar a las nuevas generaciones en la capacidad de escuchar, de comprender la perspectiva de otros, especialmente de quienes piensan distinto, con respeto, sin caer en estereotipos o prejuicios automáticos. Desde luego, esto entraña una dificultad sustancial: que nosotros mismos -los adultos- realicemos ingentes esfuerzos por conseguir que "saber escuchar" sea más que un eslogan de buenas intenciones. Es cómodo escuchar y comprender a quienes piensan como uno; el desafío es lograrlo con quienes piensan diferente, lo que requiere una madurez y entereza especial.
Escenarios electorales como los actuales proporcionan a las familias la oportunidad de recuperar la política como proceso deliberativo en torno al bien común: son periodos para educar en la conversación racional, en la aceptación genuina de las diferencias, en la búsqueda activa de acuerdos, en la comprensión del papel que cada persona puede jugar en la sociedad, en la función y alcance del Estado, en la relevancia de las políticas públicas.
Para Ishiguro lo central de las ficciones es "que apelan a lo que compartimos como seres humanos por encima de fronteras o separaciones".
Es urgente comprender que lo esencial de las ficciones es asimismo esencial para la realidad y que las perspectivas novedosas o los dilemas inesperados que nos presenta quien piensa distinto pueden ser puntos de inflexión que nos permiten madurar y comprender de mejor forma nuestro mundo.
Jorge Molina
Abogado
Horacio Salgado Fernández
Director de Psicología USS