EL DR. antonio RENDIC EN EL HOSPITAL INGLÉS
¡Es hermoso ver bajar de la montaña los pies del mensajero de la paz!
Qué real vivencia tuvo mi padre, don Ramón Alberto Silva Silva, conocer y sentir a un discípulo y mensajero de la paz de Cristo en este mundo, como lo fue el Dr. Antonio Rendic. Junto a él, mi padre aprendió de su sabiduría, de su gran humildad de servicio a los más sencillos y necesitados.
En su condición de practicante -paramédico como se diría hoy en día y que en tiempos pasados eran personas muy respetadas y requeridas por enfermos- don Ramón Alberto Silva Silva, mi padre, tuvo en el Dr. Antonio Rendic un maestro, que lo orientó sabia y clínicamente en las situaciones difíciles que se le presentaban en su desempeño profesional, especialmente en el Hospital Inglés de Antofagasta, donde se desempeñó durante 46 años.
Considerando la necesidad de contar con una dependencia que cobijara convenientemente al Servicio Médico del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia, destinado sólo para la atención de los funcionarios británicos y sus familiares, posteriormente se extendería también la atención al personal chileno, se aprobó en 1906, la construcción de un edificio de dos pisos en la esquina de Zenteno e Iquique, en pie hasta el día de hoy. Con fecha 11 de octubre de 1906, se dictaron los reglamentos tanto de los enfermos como de los empleados del Hospital. Entre los aspectos dignos de mencionar están los horarios de comidas: desayuno a las 7 horas, almuerzo a las 11 horas, once a las 15 horas y comida a las 19 horas.
Se exigía un aseo muy profundo en todas las dependencias; se prohibía el ingreso de terceros a las salas de operaciones; se recibían visitas los miércoles y domingos de cada semana de 14 a 16 horas; se prohibía el ingreso de bebidas alcohólicas y comidas; a todos los enfermos. Al ingresar al Hospital, se les sometía a un baño y se les proveía de un traje de dormir y de zapatillas, que eran devueltas al momento de darse el alta.
En el segundo piso funcionaba la hospitalización y en el primero, las áreas médicas y de salud, como también la "botica", que proveía de los medicamentos y ungüentos y que era atendida por un profesional químico-farmacéutico. Distinguidos médicos antofagastinos prestaron sus servicios profesionales en este Hospital, entre ellos el Dr. Antonio Rendic.
Mi padre tuvo una gran responsabilidad en el Hospital Inglés, pues le correspondía, a cualquier hora del día o de la noche, desplazarse a las distintas estaciones de trenes , como Baquedano. Calama, Ollagüe, toda vez que se producía un accidente ferroviario y determinaba si los heridos serían atendidos por él en el lugar, o bien debían ser trasladados a Antofagasta para una atención médica más compleja, entregando él los primeros auxilios.
Llegó a ser considerado como un "médico ambulante". Él reconocía que gran parte de sus conocimientos se los debía al Dr. Rendic, quien desinteresadamente lo guiaba en los casos más difíciles. Mi padre admiraba en el médico, el amor y espíritu cristiano que demostraba a cada uno de sus pacientes.
El Dr. Rendic sirvió de modelo ejemplar para mi querido "viejito", ya que él imitó sus virtudes y apostolado de su profesión al servicio del prójimo. Mi padre también tendió la mano y fue un ángel para tantos heridos en riñas, que se producían frecuentemente en el sector de los prostíbulos aledaños al Hospital Inglés, como también para hombres y niños que sufrían accidentes de pesca en la Playa El Cable, personas que no tenían derecho a ser atendidas allí, pero que mi padre igual acogía.
¡Dios los tenga a ambos gozando de su Reino! Gracias al Señor por haber puesto en el camino de mi padre, a un verdadero peregrino de la paz de Cristo en este mundo, como lo fue don Antonio Rendic.