Al terminar el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet conviene realizar un balance de lo ocurrido en estos cuatro años, sin duda fueron tiempos complejos ya que enfrentamos una crisis del sistema político, existe una mayor desafección de los ciudadanos hacia lo público, lo que se ha traducido, entre otras cosas, en una baja participación en los procesos electorales.
A pesar de lo anterior el actual Gobierno inicio una serie de transformaciones sociales que nos permiten vivir en un país mejor, y sin duda el eje de estas transformaciones es la reforma educacional; hoy contamos con un nuevo modelo educacional, un modelo mucho más integrador, que apuesta por entregar oportunidades a todas y todos los hijos de esta tierra, independiente del lugar donde hayan nacido, que pone en el centro a los estudiantes y no al lucro, y en el cual el Estado no solo se preocupa de garantizar la cobertura, sino que también la calidad de la educación.
Hoy en nuestra región miles de familias ya no tienen que preocuparse de cómo van a pagar la educación superior de sus hijos, porque a través de la gratuidad les garantizamos que puedan acceder a la universidad o a centros de formación técnica, y esto sin duda es un alivio para las familias.
Avanzamos en más derechos sociales para todas y todos, y es aquí donde nos jugamos con fuerza por la existencia del acuerdo de vida en pareja, que permite a personas del mismo sexo o a heterosexuales, que sus relaciones de amor y de afecto sean reconocidas por el Estado, teniendo como consecuencia de ello la debida protección jurídica; logramos aprobar la interrupción del embarazo en tres causales, lo que les permite a las mujeres decidir libremente, y conforme a lo que dicte su conciencia, si interrumpir o no su embarazo en caso de riesgo para su vida, inviabilidad fetal o violación.
La reforma laboral sin duda permitió emparejar la cancha, ya que hoy los trabajadores cuentan con herramientas más eficaces para defender sus derechos frente a los abusos de los empleadores.
Nuestra región tuvo la mayor inversión en infraestructura pública de salud de su historia con la construcción de diversos Cesfam y del Hospital de Calama y de Antofagasta. Estos nuevos hospitales vienen a modernizar y aumentar la capacidad de respuesta de nuestra red de salud. En Antofagasta se ha puesto en operaciones el hospital más grande construido entre Lima y Santiago.
A ello se suma el proyecto del Hospital Clínico de la Universidad de Antofagasta, el cual una vez que esté en operaciones terminara de consolidar a nuestra región como el principal polo de salud en todo el norte de Chile, lo que además abre la posibilidad de transformar a Antofagasta como la ciudad universitaria más importante entre Arica y Santiago.
Estamos conscientes de que quedaron tareas pendientes, pero soy un convencido que el juicio de la historia, con la tranquilidad que da el paso del tiempo, permitirá valorar adecuadamente los cambios que ayudamos a construir, y no me cabe la menor duda que este periodo será recordado como el que comenzó a cambiar el modelo de sociedad en Chile, el que nos permite vivir el día de hoy en un país más justo y con más derechos sociales para todas y todos.
Inmigración: un desafío latente
Asume un nuevo gobierno. Un nuevo equipo busca conducir a Chile al ansiado grupo de los países desarrollados. Una misión nada de fácil, considerando las áreas en que aún estamos al debe: salud, educación, infraestructura, transporte, son algunos de estos grandes desafíos, pero dentro del podio está la inmigración. En esta radica el gran desafío del futuro de nuestro país y de su gobierno. O abordamos este fenómeno con altura de miras, armonizando e integrando de forma ordenada a quienes llegan, o la xenofobia disfrazada de patriotismo ganará cada vez más terreno.
El gobierno entrante debe ser capaz de apaciguar los profundos conflictos culturales que ha traído el fenómeno migratorio, pero de forma responsable, sin el histrionismo propio del populismo. Acá no se trata de si debemos cerrar fronteras o abrirlas de forma absoluta, se trata de canalizar de forma ordenada una de las consecuencias de vivir en un mundo globalizado. De lo contrario la formación de guetos y de un ambiente cargado de rabia será la tónica que domine el debate.
Hay que dejar de lado el "buenismo u odiosidad" que ha caracterizado el debate, donde cualquier postura que plantee la idea de una migración ordenada -propia de un Estado de Derecho- es calificada de xenófoba. Regular no significa discriminar. Libre de ese tapujo progresista, el nuevo gobierno debe plantear profundas reformas en la materia, con especial atención en Antofagasta.
En esto el rol del intendente Marco Díaz será clave, pues este tema donde pondrá a prueba su liderazgo. El objetivo debe ser conseguir una integración armónica entre quienes llegan y quienes ya están. Deberá alzar la voz en la discusión de la nueva ley migratoria, buscando armonizar los intereses de los antofagastinos con el de los migrantes.
Paralelamente debe plantear una agenda propia, canalizando las inquietudes de quienes viven en primera persona una realidad que se ha tornado muy problemática. El desafío está en hacer converger a los diversos actores sociales, planteando un proceso a largo plazo de cara a la ciudadanía. Cualquier plan que no escuche a los involucrados, fracasará y profundizará la resistencia que algunos sectores manifiestan entorno al fenómeno migratorio.
Por la senda de inmovilismo y la pasividad, continuará el auge de movimientos xenófobos que tomen la acción en propia mano desatando el caos y la violencia. La madurez republicana nos interpela a rechazar este tipo de acciones.
Esperemos que éste no sea un gobierno más en que se tire la pelota al córner y deje para mañana algo que era labor del ayer. La reforma de una ley añeja, la creación de espacios de diálogo y la consideración de la sociedad civil son los caminos mínimos por los que hay que transitar a partir del 11 de marzo. En mundo que no para de avanzar, es la hora de actuar.
Pedro Araya
Senador de la República
Esteban Montaner Rodríguez
Investigador Fundación para el Progreso