Bastaron algunos minutos para que un trabajo que tardó semanas, perdiera gran parte de su brillo. Una acción sin sentido y que llama a reflexionar sobre el respeto por el trabajo de otro.
Nos referimos al atentado que sufrió un mural del pintor antofagastino Luis Núñez en el Barrio Lastarria de Santiago. La pieza de arte fue pintada el año pasado por Núñez y un grupo de muralistas locales que viajó especialmente a la capital para concretar el proyecto, que en sus doce metros de alto y treinta de largo recreaba distintos aspectos de la vida en el Santiago de comienzos del Siglo XIX.
Ahí estaban retratados a escala real personajes como Benjamín Vicuña Mackenna, Victoria Subercaseaux, Irene Morales y el propio José Victorino Lastarria, además de gente común y corriente que representaba -con el realismo que caracteriza la obra de Núñez- al chileno de aquella época.
Se trató de un trabajo que fue rápidamente valorado por los vecinos del sector, pues vino a dar un toque distinto a uno de los barrios más tradicionales de la capital.
Sin embargo, el fin de semana pasado desconocidos en una acción que no se entiende, cubrieron los rostros de los personajes principales con una espesa pintura blanca, dejando plasmados en la muralla un conjunto de cuerpos anónimos.
La acción, reivindicada como una "intervención" en una cuenta de Facebook, fue rápidamente repudiada y calificada como puro y simple vandalismo, y en eso no cabe sino concordar.
No hay una justificación racional a lo ocurrido con el mural del Barrio Lastarria. No hay manera de defender que la obra de un artista sea maltratada de esa manera. Por el contrario, debemos asumir que lo ocurrido es una manifestación del poco aprecio por el trabajo del otro y un síntoma del afán de arruinar que por desgracia mueve a algunos.
La obra del Barrio Lastarria será reparada, de hecho desde ayer se trabaja en ello, y nuevamente quedará a merced de su público. Es de esperar que ahora sea cuidada por todos, porque el arte no sobra en ninguna parte y siempre enriquece.