Rubén Darío nació a la gloria en Chile
El 30 de julio de 1888 se produce una conmoción en la Imprenta Excelsior de Valparaíso: se termina de imprimir un pequeño libro que, a poco de leerse, se constituye en fuente de gracia en nuestro idioma. Es "Azul…", de Rubén Darío. La conmoción afecta a los tipos y a los operarios: allí, un ligero temblor pasa por todos, presagiándoles que aquella obra encierra fuerzas de joven huracán. Don Eduardo de la Barra, en su prólogo visionario, presagia que "La envidia se pondrá pálida" al paso de estas estrofas, agregando, con seguridad de juicio, que "el porvenir triunfante se encargará" de coronar al poeta.
"Gerón, rey de Siracusa, inmortalizado en versos griegos, tenía un huerto privilegiado por favor de los Dioses. Había laureles y gloriosos cedros fragrantes, rosas encendidas, trigo de oro. No sé qué sembraría Teócrito, tal vez un cítiso y un rosal. Señor, permitid que, junto a una de las encinas de vuestro huerto, extienda yo mi enredadera de campánulas"
Rubén Darío cumple, veintiún años. El 24 de junio de 1886 arriba a Valparaíso, en el Vapor "Uarda". Su equipaje es pobrísimo: una maleta en la que él mismo cuenta que "no sé porqué ´prodigio de compresión, cabían dos o tres camisa, otro pantalón, otras indumentarias, muy pocas, y una cantidad inimaginable de rollos de papel". Más que elegancias de atuendo, porta elegancia de espíritu, en un breve tomo editado en Managua, el año anterior, por la Tipografía Nacional: "Pequeñas Notas", en cuya "Introducción" el poeta de dieciocho años revela conocerse en el esplendor de todos sus matices, dando con ello prueba certera de su genio; allí declara para asombro de los que principian a escucharle, mordidos por la impotencia:
"Aquella especie de poeta sonrió; pero su faz tenía aire dantesco. Sacó de su bolsillo un pan moreno, comió, y dio al viento su himno"
NdeR. Texto escrito por Andrés Sabella, aparecido en Revista VEA, el 3 de julio de 1967. Investigación de Gabriel Amengual.
Andrés Sabella