Un tratado médico escrito en Egipto unos 1.500 años antes de nuestra era, conocido como el Papiro Ebers, describe los síntomas ocasionados por un gusano aplanado que se adhería a los intestinos de las personas y prescribe el tratamiento para eliminarlo: infusión de corteza de granada. La tradición bíblica señala que Moisés, quien recibió instrucción médica de sacerdotes egipcios, dictó leyes precisamente para proteger a los hebreos de éste y otros males similares. De ahí el origen biológico, más que religioso, de la prohibición de comer carne de cerdo y de otros animales que hasta el día de hoy demandan algunas religiones.
En efecto, desde los albores de nuestra existencia los seres humanos nos enfrentamos de manera habitual y constante a las agresiones de miles de organismos presentes en el entorno que nos provocan enfermedades y amenazan nuestra existencia.
En su mayoría se trata de diminutos seres vivos que, de una u otra manera, interaccionan con nosotros y nos afectan como resultado de una estrecha asociación caracterizada por la utilización que ellos hacen de nuestro cuerpo con el afán de alimentarse, subsistir y reproducirse, excepto en casos muy acotados en los que esa simbiosis resulta positiva y, por tanto, de beneficio mutuo.
Dependencia indeseada
Algunos de estos microorganismos nos producen infecciones o daños de magnitud variable tras un leve contacto o una adherencia temporal, pero hay otros cuantos que se introducen por sí solos o con la ayuda de otros agentes en nuestro cuerpo -incluso sin que lo notemos- y se transforman en moradores internos cuya permanencia puede prolongarse por días, años o toda la vida.
Esta dependencia indeseada se denomina "parasitismo" y es campo de estudio de dos disciplinas relacionadas con el ámbito médico que, como ciencias, existen desde mediados del siglo XIX: la microbiología y la parasitología. La primera se encarga del análisis de las patologías causadas por bacterias, hongos y virus. La segunda, en tanto, se centra en las enfermedades generadas por un vector animal, como son determinados protozoos, artrópodos y helmintos (gusanos) como el del relato inicial.
"En estricto sentido, esta última disciplina estudia a los organismos definidos estrictamente como parásitos y la relación que se da entre ellos, el ser vivo que los alberga (un humano u otro animal) y el medio ambiente", explica la bióloga y parasitóloga Gloria Pino Quintanilla, docente del Departamento Preclínicas de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.
Las enfermedades parasitarias son un severo problema de salud pública a nivel mundial. Entre las más conocidas y graves figura la malaria, mal tropical causado por un protozoo que es inoculado en humanos por ciertos mosquitos, del que anualmente se reportan unos 400 millones de nuevos casos y fallece un millón de niños menores de cinco años.
Afortunadamente, la prevalencia de la malaria es menor a la que exhiben la toxoplasmosis y otras patologías intra-intestinales menos letales provocadas por helmintos y protozoos, como son la teniasis, la anisakiasis y la amebiasis, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en total hoy padecen más de 2 mil 500 millones de personas, cerca del 30% de la población del planeta.
También son frecuentes -aunque menos graves- la sarna, que cada año registra 300 millones de infectados en el mundo, y otros males de la piel transmitidos por artrópodos, como la pediculosis.
Clasificación
Desde el punto de vista taxonómico, los parásitos se clasifican en dos tipos: unicelulares y pluricelulares. Pero también se los define por su localización en el hospedero. "Hablamos entonces de ectoparásitos, histoparásitos y enteroparásitos, dependiendo de si están alojados en la piel, los tejidos o el tracto digestivo, respectivamente", precisa Gloria Pino.
Al respecto, la especialista afirma que tanto en Chile como en el resto del mundo las enfermedades parasitarias más comunes son las producidas por los enteroparásitos, que ingresan a nuestro organismo a través de los alimentos que comemos y el agua que bebemos a diario.
"Estos suelen pulular y desarrollarse en la mucosa intestinal y causan daño mediante invasión y destrucción celular o, también, por acción competitiva respecto de los nutrientes que ingerimos. Por lo general, se los puede detectar en las heces. Sus principales agentes patógenos son los helmintos aplanados o cilíndricos, de los cuales podemos observar huevos y larvas, y algunos protozoos de variadas formas", revela la docente de la Escuela de Medicina de la UV.
Para evitar contraer este tipo de parásitos los especialistas recomiendan lavar siempre las frutas y verduras antes de consumirlas, para así provocar su arrastre, ya que el cloro no los elimina. También es indispensable lavarse las manos con agua y jabón cada vez que nos alimentamos, consumir agua potable o previamente hervida y comer pescado, carnes rojas y cerdo cocidos.
Simposio de Actualización
En nuestro país, las enfermedades causadas por enteroparásitos tienen una prevalencia que oscila entre el 8 y 30%, ya que las cifras varían en virtud de la zona geográfica, el clima, las medidas sanitarias y si se trata de entornos rurales o urbanos. Debido a su impacto y relevancia, el Departamento Preclínicas de la Escuela de Medicina de la UV ha organizado el simposio Actualización en Enteroparásitos, que se realizará en octubre próximo (en fecha por definir) en el Edificio CIAE de la Universidad de Valparaíso, ubicado en calle Blanco 1931, Valparaíso. El encuentro está orientado a médicos, veterinarios, profesionales de las ciencias de la salud y estudiantes de carreras afines. En la ocasión, destacados especialistas de todo el país abordarán diversos aspectos relacionados con estas patologías. Los interesados en asistir a este simposio pueden inscribirse o solicitar más información a través del correo parasitologia.medicina@uv.cl
Gloria Pino Quintanilla,
Bióloga y Parasitóloga,
docente de la
Escuela de Medicina de la
Universidad de Valparaíso.
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