Redacción
Las instituciones clásicas están en competencia con las nuevas formas de poder, lo que puede cambiar la manera en que históricamente se tomaban las decisiones, asegura la historiadora y escritora Lucía Santa Cruz.
La intelectual de 74 años, con maestrías en Historia y Filosofía en Inglaterra, habla sobre la igualdad, el mérito y la educación, junto con denunciar que el liberalismo hoy es un término confuso, "ningún grupo abandona la idea de apropiarse de palabras como igualdad y democracia", dice.
Santa Cruz, consejera del Instituto Libertad y Desarrollo ligado a la derecha, el próximo martes 4 de septiembre, a las 19 horas, presentará en el auditorio de El Mercurio de Antofagasta su libro "La igualdad Liberal" (Ediciones LyD, 2017).
"A mi juicio, la falta de oportunidades educacionales es el gran escollo para tener un país más justo. En el mundo moderno los ingresos, el consumo, están altamente determinados por el conocimiento, la información y todo lo aquello que sólo la educación puede entregar", asegura respecto de la desigualdad.
Agrega que en el país existe la creación de una nueva élite que, en una gran mayoría no es heredera de privilegios de sus padres, sino que han forjado su lugar por su propio esfuerzo. Y al hablar de élites la historiadora se refiere a quienes tienen poder sobre otros, lo que ocurre en todo tipo de organizaciones.
¿De qué ideas se desprendió este libro?
-Sobre la igualdad. Es un tema que pasó a ser central en la vida política chilena, tanto así, que la izquierda y la derecha durante las elecciones tenían un diagnóstico de que desigualdad es el primer problema del país.
Desde que tenemos cifras, la desigualdad de los ingresos es más o menos estable. Sin embargo, han ocurrido fenómenos como la transformación capitalista que provocó cambios sustantivos.
Hoy el mérito y la movilidad social tienen un lugar mucho mayor. El cambio es radical, millones de chilenos salieron de la pobreza y pasamos a una clase media.
Pero las cifras de la Casen 2017 muestran que empeoró la distribución del ingreso, eso afecta la movilidad social.
-El crecimiento económico es lo que permite ampliar las oportunidades e incrementar trabajos más satisfactorios y con mayor remuneración. Por lo tanto, cualquier deterioro en el crecimiento económico tiende a estratificar a la sociedad y reduce la movilidad social.
Hay factores que atentan contra la movilidad, como el deterioro económico, porque aún quedarán más de dos millones de personas bajo la línea de la pobreza, lo que no se puede resolver con subsidios y bonos.
La movilidad social depende de que se premie el mérito, los que tienen que ser desarrollados y para que eso suceda, se necesita una revolución en la educación. A mi juicio, toda la discusión en este tema no ha tomado en cuenta los verdaderos problemas, que tienen que ver en cómo debe ser la educación en el siglo XXI.
¿El país está quedando atrás respecto de los modelos educativos para las próximas generaciones?
-Se necesita un cambio radical en la forma de enseñar, incentivar el espíritu crítico y otras habilidades.
La educación no puede seguir enseñando a memorizar datos, hay que desarrollar la capacidad de aprender de forma permanente y adecuarse rápido a los cambios. A las nuevas generaciones se les prepara para ocupaciones que no van a existir, no sabemos qué es lo que necesitamos para los próximos años.
Usted también habla de los derechos, existe mayor conciencia de ellos en la sociedad actual. ¿Qué desafío plantea este escenario?
-La exigencia de obligaciones y deberes.
Hasta 1970, la población chilena tenía cuatro años de escolaridad promedio, por lo que tenía pocos instrumentos para defender derechos o plantearse en la vida como una persona igual a otra.
Hoy tenemos una población educada, antes el 3% asistía a la universidad, ahora es cerca del 50%, algo comparable a los países desarrollados.
Los chilenos tienen una nueva autoestima y un mejor concepto de su dignidad y lo que reclaman muchas veces es legítimo, un principio básico del liberalismo clásico que es la igual de trato.
El problema es que con esta conciencia de derechos se olvidan las obligaciones. Creo que como sociedad en eso estamos debilitados, en conceptos como la verdad, honradez, lo que lleva a que las personas exijan un buen transporte público pero al mismo tiempo un 30% de ellos evade el pago del servicio.
élites
Estos cambios sociales llevan a que se cuestionen ámbitos que durante décadas fueron intocables, como el poder, las élites y los casos de corrupción.
-La maldad y el mérito están aleatoriamente repartidos en la población, no hay ningún sector que -a priori- sea peor que otro. Por su puesto que las malas prácticas de las empresas tienen mucho mayor repercusión.
Los cuestionamientos no son a todas las élites, porque por ejemplo, la gran mayoría de las empresas son sometidas a rigurosos controles y estrictos códigos de conducta.
Estamos en un punto de inflexión, el poder está cambiando. Ahora los ciudadanos necesitan menos intermediación con las redes sociales, necesitan menos estructuras partidistas, por lo que hay una situación donde las instituciones clásicas están en competencia con las nuevas formas de poder.
Entiendo por élite a las personas que tienen poder sobre otros y eso ocurre en todas las organizaciones, en el comunismo había jerarquías, en el socialismo, el capitalismo. En la sociedad de masas es un grupo reducido el que toma las decisiones y eso puede cambiar con la tecnología o las nuevas formas de participación democráticas.
"Hasta 1970 la población chilena tenía cuatro años de escolaridad promedio, por lo que tenía pocos instrumentos para defender derechos o plantearse en la vida como una persona igual a otra"."