Un muy interesante encuentro se produjo la semana recién pasada en el seminario "Mediación de conflictos socioambientales y acceso de la justicia" organizado por el Primer Tribunal Ambiental.
El título da cuenta del problema presente que tiene el país y de lo desafiante que resulta para seguir sumando desarrollo con paz social y con integración.
La cita reunió, entre otros, al presidente (s) de la Corte Suprema, Sergio Muñoz, el máximo ejecutivo de la Superintendencia de Medio Ambiente, Cristian Franz, al presidente del I Tribunal Ambiental, Daniel Guevara, representantes de ONG ambientalistas, sociedad civil, a empresarios como Jean Paul Luksic y altos ejecutivos de empresas.
Y todos coincidieron en cuestiones elementales: el mundo y la sociedad cambiaron, el poder está diluido, hay incertidumbre, lo que se traduce en una obvia incomodidad de todos. Si a esto sumamos la desconfianza, el cóctel no es el mejor.
El problema es que nuestra sociedad necesita seguir desarrollándose y para eso requiere inversión, pero no de cualquier tipo. Debe ser sustentable con el medioambiente y generar valor compartido con las comunidades. Todos son coincidentes con eso, todos parecen tener plena conciencia, el asunto aparece en las cartas de compromisos de las compañías, ¿por qué entonces, hay tantas dificultades?
Es probable que las preguntas nos ayuden a despejar tal complejidad: ¿Sienten los territorios que las empresas aportan a sus posibilidades de desarrollo? ¿Mantienen operaciones de excelencia? ¿Son transparentes en la gestión de sus incidentes? ¿Interpretan correctamente las demandas? ¿Generan confianza? ¿Son genuinos al momento de comprometerse? ¿Tienen un historial que los avale? ¿Perciben legitimidad en los emprendimientos?
Si las respuestas generan dudas, estamos en un problema y efectivamente lo estamos, no solo con las empresas, también con el Estado y hasta con quienes nos rodean, con ciudadanos comunes y corrientes.
Chile -y Antofagasta- tienen un problema que es algo más grave que lo que se cree y esto tiene que ver con la confianza, con esa sensación de colaboración que no ha sido del todo ecuánime. La confianza se repone con acciones y esto es diálogo y actos concretos. Eso debiera entenderse y adoptarse como norma, porque requerimos de inversión, pero bien hecha.