Los desafíos que presenta el sistema de salud chileno ante la llegada de inmigrantes de otras nacionalidades son diversos y complejos, ya que el país no estaba preparado para la oleada migratoria y que desde hace 4 o 5 años se acrecentó.
Es por esto que uno de los desafíos es concientizar humanamente al funcionario que imparte salud para hacerle ver que quien atiende es una persona igual a él, aunque diferente en su cultura y costumbres.
Hace poco me llegó el caso de una chica colombiana que sufrió un accidente cuando iba en un colectivo y fue botada por el conductor del automóvil. Ella se dirigió por sus medios hacia el CAN y ahí le dictaminaron un posible caso de fractura cervical, por lo que fue remitida de urgencia al hospital, pero como no llegaba la ambulancia le hicieron firmar un desistimiento y que se fuera por sus propios medios. Aún sabiendo que el caso podía ser grave, ella se fue en un taxi hacia el hospital, pero ahí la atención fue peor. Este caso, como muchos otros, ya fue puesto en conocimiento de las autoridades respectivas.
El migrante es un ser humano que siente tanto dolor físico como moral, también paga sus impuestos como todo nacional chileno y no por el hecho de ser diferente en su color o en su acento, no debe ser discriminado respecto de sus enfermedades, dolores, de sus inquietudes o reclamos, sugerencias o felicitaciones, en su risa o su llanto.
Es ante todo un ser en busca de ayuda, en busca de alivio o simplemente en busca de una mano que lo guíe o que lo escuche.
Amigo funcionario tú que estas en un Cesfam, en un consultorio, en un Sapu, en una clínica, en un hospital o desde cualquier lugar impartiendo salud, piensa en la responsabilidad que tienes en tus manos, la cual es dar felicidad y salud ante la tristeza y desazón. En tus manos está la salud de miles de niños, padres, abuelitos o personitas ávidas de tu saber y conocimiento.
Entiende que ese inmigrante no sabe nada de lo que tiene en frente y que en ti espera encontrar respuestas a su padecimiento o problema y créeme que él te estará agradecido para toda su vida, más aun si a quien sirves es a su hijo, padres o a cualquier otro ser querido.
Eso no tiene precio, amigo funcionario. Que tu corazón esté lleno de agradecimientos y no de desagravios, por último te invito a llegar a tu casa consciente de que hiciste lo correcto y feliz por el deber cumplido porque así y solo así tendrás un grato y tranquilo descanso.
Gustavo Adolfo Maldonado Salazar
Dirigente social migrante y monitor en salud y migración