Neruda llegó donde otro no ha llegado
La lectura de obras nerudianas suele orientar mi pensamiento hacia Alonso de Ercilla y "La Araucana". Pablo Neruda fue gran conocedor de "La Araucana". Alguna vez lo imaginé impresionado ante los cantos XXIII y XXVI, Segunda Parte, donde aparece el "mágico adivino Fitón", "a quien es dado / penetrar de los cielos los secretos (…) de cosas / ya pasadas, presentes y futuras (…) por mágica ciencia y saber puro."
Fitón, anciano mágico, prodigioso araucano; Neruda, poeta parralino, coinciden en muchos de sus atributos. Los de Fitón, poderoso vidente, tienen análoga naturaleza que los literarios del poeta Neruda. Ambos vivieron en universos de singulares encantos. Dominaron el tiempo en todas sus dimensiones. Conocieron y revelaron los secretos del corazón de los hombres. Ambos crearon realidades a partir de sus propias palabras. Entender estas verdades poéticas sólo exigen saber que, aunque hay un mínimo de cuatro siglos y medio desde que Ercilla, por febrero, el postrer día, de 1558 tras pasar "el desaguadero, / llegó donde otro no ha llegado."
El tiempo ha transcurrido. Cada uno nos legó sus obras. Gracias a ellas surgió, para siempre, la realidad Ercilla--Fitón--Neruda. El cruce del conocido desaguadero, en el caso de Neruda se convierte en el de grandes océanos que dieron fama de viajero al poético corazón nerudiano. Alonso de Ercilla y Zúñiga creó la gran epopeya de la historia americana. Fitón dignificó el espíritu araucano. Pablo Neruda, "…hombre lluvioso y alegre,/ enérgico y otoñabundo" dio absoluta grandeza a sus aspiraciones y porque "Nada de Chile es ajeno para mí", según dijera, simplificó todo su legado en un vaticinio: "yo quiero / que todos vivan / en mi vida / y canten en mi canto (…) el canto del hombre invisible / que canta con todos los hombres."
Osvaldo Maya Cortés