Cery Toro, hace 8 años…
Cery Toro, periodista, destacada y recordada académica tocopillana, orgullosa nortina, estudió en la Universidad del Norte, donde fue alumna de Andrés. Su relación profesor - alumna se extendió por toda la vida. Lo prueban los numerosos textos del poeta dedicados a Cery, como también dibujos, de la conocida factura del poeta.
Un 22 de octubre del 2010 recibí un llamado. Cery está hospitalizada muy grave. Sin pensarlo dos veces, abordé un bus para dirigirme a la lejana Valdivia, para ver a la amiga a quien había conocido a través del Duende Mágico que nos hermanó. Llegué a ella buscando una mirada diferente sobre el poeta, para completar el Andrés que cada uno de nosotros conoció.
Llegué a Valdivia al atardecer del 23 de octubre. Era, como suele ser en Valdivia, una tarde lluviosa y fría, ese frío que nosotros los antofagastinos no conocemos. Al llegar al Hospital, tipo 19:30 horas, su marido me advirtió: "No te asombres. No es la Cery que tú conociste. Está muy grave" A las 21 horas su marido me pidió: "¿Puedes quedarte con Cery? Yo quiero ir a descansar para estar muy temprano con ella mañana". "Por supuesto", respondí. Quedamos solas con Cery, en un diálogo que en realidad era monólogo, pues ella sólo escuchaba. Seguramente, yo creo, en su inconciencia, entendía mis palabras. Ella, pálida, respirando con mucha dificultad, apenas movía los párpados de sus ojos cerrados. Le leía pasajes de la Biblia que le hicieran más fáciles ese tránsito por su enfermedad. Luego le leía poemas de Andrés, esos poemas que ella sabía de memoria y que siempre la acompañaron. Estuve allí casi hasta las 2 y media de la madrugada. Valdivia era una ciudad de una tempestuosa oscuridad. Me despedí y me sumergí en la oscuridad de Valdivia. Me despertó el teléfono. Era su marido. Con voz emocionada sólo dijo "Cery falleció a las 3 de la madrugada", Seguramente Cery lo ultimo que escuchó fueron los poemas de Andrés. En medio de la tempestad. el trueno acalló su sollozo, su grito de despedida. Y la lluvia se llevó sus últimas lágrimas. Y en su lejana Tocopilla, el primer rayo de sol tuvo un fulgor diferente… Cery había partido…
¡Orza, Cery! ¡Orza, Maestro.
Andrés Sabella
María Canihuante