Viejos carnavales
"Los viejos carnavales" se mezclan con el arcoíris en su danza con la tierra, en su danza sin tiempo.
Dicen que vieron al "Pollo" Demesio ondeando banderas, otros dirán que el caballo de la Jovita se detuvo en algún maizal; que escucharon a la Juanita Mondaca invitándolos a la rueda. Es la magia en el aire, la presencia en la tierra de nuestros Dioses ancestrales, que tienen que estar presentes en los Pagos, en las Cospachadas, con que sus hijos retribuyen un buen año.
Se paga el haber mantenido encerrada la helada, la que con su manto negro y sus lágrimas pisotea la siembra y, el granizo, que es tuerto, cuando camina en los surcos lo hace a tropezones…
Los viejos carnavales, ancestrales reminiscencias de los hacendados españoles que gobernaron nuestras tierras, largas barbas que reflejan ancianidad de centurias, floreadas polleras hispanas, saltos, gestos y gritos de gargantas sin memoria perdida en los recovecos del tiempo.
La representación la realizan dos varones; los pagos, el culto a la tierra, deben hacerlo seres enteros, así lo contó la tía Saluca, así es, en una mezcla de catolicismo y cultos de la cosmogonía andina, que la razón no comprende, sino se siente en el alma…, en un diálogo eterno con los que ya no están, pero nos acompañan, los sentimos, a veces los vemos sentados en la roca, cruzando un sendero, caminando, visitando nuestros sueños.
"Carnaval alegre, ay, ay, ay, / dicen que te vas, / porqué no te quedas / ay, ay, ay quince días más/"
La caja challera nos llama, la sentimos en nuestra sangre, en lo profundo de nuestro corazón, está allí como parte de nuestro ser, del canto de versos a nuestros carnavales, la rueda, que rueda como nuestro paso por Pacha Mama; pasan los años, caminamos otros rumbos, otras tierras, pero volvemos a nuestro Valle. La emoción nos envuelve, una lágrima corre; son nuestros orígenes los que evoca el lejano sonido del tambor que, en manos de los Viejos Carnavales, se pierda en las penumbras del recuerdo.
Osvaldo Rojas M., Director del Museo Indígena Atacameño del Alto Loa, 2018.