Para nadie es asombro que la educación y las prácticas pedagógicas pasan por situaciones difíciles, primero por lo que poco educa, segundo no se ven aprendizajes significativos, tercero estamos entregando contenidos de poca significación e interés y, lo más patético es que la comunidad escolar se confunde con las malas prácticas socioeducativas que funcionan en el mundo delictual.
La escuela no puede transformar estas condiciones, pero ¿hay algo que pueda hacer? Por supuesto, sobre la base que los maestros estén en la escuela y los alumnos permanezcan allí cierto tiempo en condiciones actitudinales de funcionamiento… ¡Así hay mucho que hacer!
Veamos. En principio fortalecer la autoestima y la conexión con el otro que es diferente. Nadie se puede conectar con el diferente si no está seguro de lo propio. La comunidad escolar se encuentra muy insegura de lo propio, tan inseguros que no se atreven al menor contacto con el diferente.
Una niña o un niño que fracasa en la escuela y no aprende, no sabe vivir y convive al filo de los actos contraculturales y delictuales en el que el reglamento escolar es sustituido por códigos imputables judicialmente… este alumno o alumna posee una autoestima deteriorada, sin actitud para aprender, sin el compromiso familiar, con rebeldía social , obviamente imposibilitado a vivir y convivir junto al sector de los incluidos que sí se encuentran en una aula segura, democrática, ciudadana, educativa, responsable, conectada, o como quiera llamársele.
A partir de allí, hay enormes posibilidades de aplicar acciones porque la escuela, si bien es un ámbito artificial, aun se pueden programar lo que va a suceder, a diferencia de lo que ocurre fuera de ella, espontáneos y sometidos a la dinámica social. Directivos, docentes, asistentes de la educación, personal de servicios, administrativos, alumnos, padres y apoderados tienen la posibilidad de crear, estimular y aplicar actividades, contenidos programáticos, sana convivencia…. Y no silenciar, menos propiciar acciones que diluyen y enturbian, enrarecen el verdadero sentido del aprendizaje y los valores del buen vivir y convivir en la comunidad escolar.
No se trata de prohibir la discriminación, o los actos asociados a la delincuencia por decreto, sino rechazar mediante trabajo serio e inclusivo los disvalores para que los maestros y todos lo que conforman la comunidad escolar puedan trabajar enseñando qué es la violencia, el respeto mutuo, la solución de los conflictos a través del diálogo y la tolerancia.
En este escenario, los centros educacionales debemos tomar conciencia de la gravedad del actual panorama….por favor generemos soluciones a corto, mediano y largo plazo y, así evitar lo leído alguna vez en un grafiti: "Si las cárceles fueran mixtas, debieran llamarse escuelas".
Juan Fuentes Villegas
Profesor. Mg. Educación