25 de Agosto 2010
Voy a hablar y dejar este testimonio a nombre de mi padre, Don Miguel Enrique Cortés Campillay (QEPD). Recuerdo que alrededor de los cinco años de mi vida, comencé a presentar problemas de salud relacionados a ataques que me empezaron a esa edad. Bueno mi padre muy preocupado de mi salud, acude conmigo a la casa del Dr. Rendic, donde atendía. Mi padre era peluquero y le cortaba su pelo; de ahí se genero una bonita amistad entre ellos.
Respecto a mi enfermedad, le dice a mi padre que lo que me pasa son ataques de Epilepsia, que debo tomar pastillas (fenitoína) y que no se preocupara porque alrededor de los quince años se me pasaría. El me siguió atendiendo hasta grande, y cuando llegué a la Enseñanza Media fue el último ataque que sufrí y hasta el día de hoy que tengo 47 años. O sea se cumplió lo que el Doctor le había dicho mi padre.
De esto existe una carta que mi padre escribió, también dejando testimonio. Además, existe un libro que se escribió con la vida del Doctor, después de fallecido, donde de apareció este testimonio de mi sanación. Las palabras textuales que le dijo a mi padre: "Maestro no se preocupe, su hija se va a sanar".
Cada vez que voy al Cementerio no puedo dejar de visitar su tumba, en agradecimiento por lo que hizo por mí. En nombre de mi padre dejo este testimonio, porque de estar con vida lo habría hecho El.
Patricia Cortés Baeza
Antofagasta, 7 de agosto de 2010.
Queridísimo Dr. Rendic:
Quiero expresarle en este momento las gracias. Que me transmitió ese deseo de buscar a Dios como fue en toda su vida, a través del servicio a los demás, como lo fue su profesión en la cual adquirió la sabiduría para sanar todo tipo de dolencias, por eso doy gracias a Dios, el haberlo conocido en persona, y decirle que es la inspiración de mi vida, ya que me encanta escribir. Siempre he sabido que es un elegido, predilecto hombre que en su vida fue feliz porque conocía a Dios. De pequeñita me atendiste, también cuando en mis peores momentos fuiste tú mi bálsamo de sanación. Te agradezco escuchar mis súplicas y derrames sobre mí la sanación que año a año estoy teniendo. A los 18 años fui diagnosticada de esquizofrenia, y tú fuiste el único que no se equivocó en el diagnóstico, ya que calmaste la angustia de mis padres al decirle que eran simples nervios; y así fue, ya que con el tiempo y bajo tu amparo de gran sabiduría, me libré de tomar 8 años remedios, lo que hizo cambiar el diagnóstico y cumplirse lo que habías dicho: Que sería pasajera mi enfermedad. Por eso quiero entregar mi testimonio real y absoluto para que seas subido a los Altares como Santo, y mi testimonio pueda ayudarte a cumplirlo, ya que necesitamos de tu grandeza. Que Dios te bendiga y te tenga gozando en el Cielo.
Susana Yoma Pérez.
21 de noviembre de 2010.
Tengo 52 años, pero referente a mi infancia tengo muchos recuerdos lindos, y en ellos está el del Dr. Rendic, al cual mi mamita siempre me llevó. Este ángel, llamado el "Doctor de los Pobres" como le llamaba mi mamita. No había que tener plata para visitarlo cuando uno estaba enfermo, él igual atendía e incluso regalaba remedios o dinero para comprarlo si es que él no lo tenía.
Yo me alentaba muy rápido con su tratamiento; tanto como médico o como persona, él sabía tratar a las personas, las trataba como un familiar propio, con tanta amabilidad y cortesía. Yo creo que, más por eso, el enfermo que trataba se mejoraba, porque las palabras que él decía, a uno le daba ánimos. Su trato con el paciente era el mejor remedio. Ahora que miro su foto en la Iglesia, vienen esos lindos recuerdos del Ángel aquí en la tierra por mucho tiempo.
Sé que ahora está junto a Dios Todopoderoso, y desde el Cielo sé que sigue sanando a los enfermos que le hacen alguna petición. Como yo le pido ahora que ya no le vuelva más la leucemia a mi hijita Conita.
Gracias Dr. Rendic, Gracias Ángel de los Pobres.
Antofagasta, 6 de noviembre de 2010
Yo soy antofagastina (año 52) entre los recuerdos de mi infancia, están también los del Dr. Rendic, mi madre, que en paz descanse, nos llevaba a mí y mis tres hermanos a ver al Doctor. Siempre amable y dulce con nosotros los niños. Iniciaba su consulta mirando a mi mamá y le preguntaba: "Comadre, ¿Por qué vienen los niños?". A uno de mis hermanos (Carlos) fue con el que más tiempo lo vio como paciente, porque enfermó de arsenicismo crónico, muy común años atrás.
Bueno, solo quiero decir como testimonio que el Doctor merece ser Santo, porque dedicó su vida a velar por la salud de los niños que como yo, en esos años, éramos humildes, sin discriminarnos. Todo lo contrario, nunca pedía dinero por su trabajo. Lamento que no hayan hoy en día doctores como él, que vengan a este mundo a servir a Dios.
Ruth Rojas.
un santo para antofagasta