Milagro en "La Chimba"
Poblado de condominios, el sector norte de la ciudad pareciera no conocer, ni menos recordar, el fértil pasado cercano que tuvieron esos terrenos. El cemento sepultó aquellos predios donde floreció la arena, entregando verduras, frutas y hortalizas para el consumo de los antofagastinos.
Recuerdo al alemán que concretó ese sueño. Don Enrique Frölich -curiosamente- cliente de mi padre, a quien el ingeniero germano encomendaba la confección de cortinajes y trabajos de ebanistería.
La Corfo de entonces, generadora de progreso e impulsora de grandes iniciativas, financió el proyecto, que consistía en reverdecer las arenas del árido paño costero de La Chimba. Un novedoso método de siembra, sumado al innovador sistema de riego por goteo, dio sus frutos, pese a los agoreros de siempre. Pero las cosas se dieron. No brotaron ni la envidia ni los malos deseos. Con el uso restringido del agua (el alemán nos dio una lección), comenzaron las cosechas. Desde las modestas lechugas y los enormes rábanos, a las melgas colmadas de cilantro o perejil. Los verdores del berro contrastaban con el amarillo de la arena. Coliflores, repollos y los zapallos italianos, pendían del enramado en que también coloreaban los tomates.
Pero donde "La Chimba" mostró ser una tierra prodigiosa, fue cuando comenzó la cosecha de melones y sandías. Semillas traídas desde Israel, nos permitieron disfrutar de aquellos frutos de procedencia foránea.
A no dudarlo, "La Chimba" fue un vergel y sus arenas -hasta hace poco- nos prodigaron su verde ofrenda que llegaba a nuestras mesas sin saberlo, quizás. En ese mismo sector floreció la primera plantación de "maracuyá", melgas que fueron avasalladas por el uso del suelo para fines habitacionales.
Los mismos soñadores, ahora encaramados en la ladera de la cordillera de la costa, concretan sus proyectos mediante cultivos hidropónicos, en derroche de esfuerzos, demostrando un tremendo coraje para torcerle la mano al desierto.
MILAGRO EN "LA CHIMBA"