Un hombre antofagastino, de 46 años, se convirtió en el primer donante de órganos de la región y el país en lo que va de este año. Su gesto permitirá salvar la vida de otras tres personas que recibirán sus riñones e hígado.
Fue un gran gesto que avaló la familia del dador al mantener su voluntad de ser donante.
Pero lamentablemente el asunto de la donación sigue siendo compleja. En los últimos días fallecieron dos niños que estaban en el listado de prioridades para un trasplante de hígado, pero que no alcanzaron a ser intervenidos por falta de donantes. Se trata de Benjamín Velásquez y Joaquín Adasme, de 10 y 9 años, respectivamente. Los últimos casos difundidos por los medios de comunicación de pacientes que esperan la donación para trasplantarse, han revelado la falta de conciencia acerca de la posibilidad de salvar vidas por esta vía.
Hay que considerar que los trasplantes pediátricos, en general, tienen algunas restricciones respecto de las condiciones que deben tener tanto los donantes como el receptor del órgano, como edad, peso y talla, de manera que se necesita que sean compatibles. En consecuencia, no es fácil disponer de los órganos necesarios para salvar la vida de los niños que requieren estas intervenciones.
De acuerdo con cifras del Ministerio de Salud, en 2018 se registraron 119 donantes en todo el país, lo que derivó en 342 trasplantes, en comparación a los 171 donantes que hubo el año 2017, lo que redundó en 450 intervenciones de este tipo. Sin embargo, en Chile hay 1.966 pacientes en lista de espera, de los cuales la mayoría aguarda por un riñón, córneas, hígado, pulmón, páncreas y corazón.
Es cierto que la muerte significa un padecimiento para las familias y quienes esperan los órganos en momentos de suma complejidad. Pero este procedimiento es la única posibilidad para dar vida a personas que esperan por mucho tiempo.
Sin embargo, es evidente que sobre ello no se habla en familia, cuestión que es fundamental al momento de enfrentar esta conversación.
Miles de personas dependen de eso.