El poder en las regiones
La descentralización es mucho más que el reclamo contra Santiago. No puede ser eso, sino la posibilidad de constituir mejores ofertas para el país y el mundo. La transformación del mundo exige modelos más descentralizados, ágiles, con capacidad de adaptarse a los cambios. El modelo chileno es "decimonónico", por decir lo menor, no sirve para el futuro.
La elección de los gobernadores regionales no debe verse como el final del camino del proceso descentralizador, sino como el inicio, o como un paso más en una historia compleja y extensa.
Tal hito, previsto para 2020 es importante y es fundamental, en especial para regiones como la nuestra, en el entendido que se puede ganar mucho en recursos por la magnitud de lo que aquí se produce. Antofagasta es la segunda región más importante del país, después de la Metropolitana, sin embargo la respuesta del nivel central no se condice con el aporte económico hecho desde este territorio.
Lo mismo con los privados que mantienen operaciones extractivas y comerciales que operan aquí, pero centralizan sus operaciones con un desarraigo completo y dañino.
No se trata de pedir descentralización de todo, pero sí un mejor trato, un pacto social con la comunidad cuyo representante elegido tendrá objetivamente mayor poder negociador por contar con al menos el 40% de los votos de la ciudadanía, lo que equivale a un enorme respaldo para acometer lo que dentro de la ley se pueda para beneficio de la región.
Pero por sobre todo, las regiones deberán definir qué oferta son para Chile y el mundo, por lo que han de definir lo más certeramente sus vocaciones y potencial a fin de ser eficientes en sus esfuerzos.
Estos puntos fueron abordados ayer por los senadores Alejandro Guillier, Francisco Chahuán, Yasna Provoste, Luz Ebensperger y José Miguel Insulza, en el conversatorio "Desafíos de la regionalización y la elección de gobernadores regionales en 2020", realizado en nuestra casa periodística.
Chile tiene una oportunidad -si las cosas se hacen bien- para beneficiarse con la descentralización, ya que reducir la dependencia de Santiago obligará a las provincias a tomarse más en serio que su destino está primero en sus propias manos.
Y ese es un cambio cultural de magnitud. Ese detalle es el verdadero germen de una independencia intelectual, cosa que aun está en ciernes, pero que es necesario porque es la adultez definitiva de la sociedad, al convertirnos en responsables de nuestro camino.