Aun cuando vivimos en una zona eminentemente minera, poco a poco nuestra Región ha ido diversificando sus actividades económicas, lo que es bastante bueno. Hoy en día, el turismo de naturaleza y cultura ha ido ganando terreno, considerando la rica biodiversidad y paisajes únicos acá presentes que gran parte se encuentran representados en las Áreas Protegidas de nuestra Región.
En tal sentido, es vital para la conservación de estos frágiles ecosistemas que nuestras visitas sean responsables e informadas, con respeto de su flora, su fauna y su hábitat, el patrimonio cultural y paisajes; respeto a la normativa de cada sector, a los senderos y miradores establecidos así como atender las indicaciones que nos entreguen los Guardaparques y guías locales de cada lugar. Hagamos que conservación y visitación convivan de manera armónica.
Muchas de las Áreas Protegidas de la Región de Antofagasta se caracterizan por ofrecernos variadas oportunidades de actividades deportivas, sanas y al aire libre que se ven potenciadas por la belleza escénica de sus particulares paisajes que invitan a la contemplación, admiración y reflexión mientras las recorremos a través de los senderos y miradores que hemos implementado con el transcurso del tiempo.
El turista, ya sea nacional o extranjero, siempre se maravilla de los paisajes del Norte de Chile, las formaciones geológicas de la costa y del interior cordillerano; quedan admirados de la cantidad de fauna y flora y derriban los mitos relacionados a que no existe vida en el desierto más árido del planeta.
En nuestra Región es fundamental fortalecer el ecoturismo, fomentando la consciencia por el cuidado del medio ambiente para que las generaciones futuras puedan continuar impresionándose de la riqueza patrimonial y biológica de nuestras áreas protegidas y eso se adquiere desde casa, incentivando a nuestros hijos y familia la cultura del reciclaje, de llevarnos de regreso nuestra basura y residuos y no arrojarlos "por ahí"; no alteremos los sitios arqueológicos, no alimentemos a la fauna nativa y no arranquemos la flora que nos encontramos pues mucha de ella es de un alto endemismo.
Por último, hago un llamado a que generemos ese sentido de pertenencia, de amor por lo nuestro, por el desierto y la belleza que nos rodea, así nos irá bien a todos: a nuestra flora y fauna nativa, a nuestro patrimonio cultural, a nosotros mismos.
Cristián Salas Papasideris
Director regional de Conaf