Andrés... su huella
A tres décadas de su partida, la huella de Andrés permanece indeleble. Es casi un surco en la memoria de los antofagastinos del ayer, que se encarna -poco a poco- en los jóvenes de hoy. Su prosa y su verso siguen encendidos, dando lumbre a esta antofagastinidad que parece flaquear, pero que se atiza y se caldea, cada vez que recordamos que somos hijos de este Norte Grande, de esta estirpe que venció al más inhóspito de los desiertos.
Está su huella en las calles de la ciudad, cuyo trayecto estaba repleto de obligatorias "paradas" para charlar con quienes se cruzaban en su camino. No es falso cuando se dice que desde la Plaza Colón a su casa, Uribe/Matta, tardaba dos o tres horas. Allí aparecía ese Andrés cordial, afable, que enseñaba, con la palabra cierta y clara. Que alentaba y estimulaba. Que entibiaba con su voz las esperanzas ajenas… Que invitaba a soñar sin doblegarse.
Esas son las huellas de Andrés que permanecen indelebles. De férrea defensa de los desposeídos, con una militancia cierta, cabal, viril. Con el puño cerrado, dispuesto a defender verdades que otros ocultaban. Una huella que la academia local -en estéril medida- intentó borrar sin lograrlo. Y que el régimen autoritario negó, sin poder callarlo. Una deuda que persiste, vergonzosa.
Hoy, esos trazos de Andrés se niegan al olvido. Sus dibujos, conforman un patrimonio de inmenso valor artístico. Su prosa, nos enorgullece. Y sus versos, siguen conmoviéndonos. Cerca del mar, sus palabras consolidaron una hermandad que permanece fiel a sus postulados, donde vibran filibusteros que sueñan volver a ser capitaneados por Andrés, el Gentilhombre de Mar.
La huella de Andrés vive. Vive en la memoria de los antofagastinos de tomo y lomo. Es vivencia latente, en quienes fuimos sus alumnos… Es recuerdo grato, en el corazón de quienes compartieron sus animadas tertulias… Es identidad pura, en quienes leyeron sus obras o disfrutaron con la belleza de sus versos.
Es cierto que Andrés se fue… Pero vive y vivirá por siempre en nosotros, los nortinos de corazón.
Jaime N. Alvarado García, profesor normalista, periodista, escritor