El epicedio de Sergio Gaytán
La palabra "epicedio" parece rara, quizás porque viene del griego y tiene que ver con las exequias u honras fúnebres, pero en otro tiempo y especialmente en la poesía, fue común. A Sergio Luis Gaytán Marambio (R.I.P.), le gustaba el vocablo y, a la par, permite afirmar que las coincidencias, por algún designio, suelen superar a la vida.
En el siglo pasado, en clase de literatura española, refiriéndonos a Jorge Manrique y sus "Coplas a la muerte de su padre", el Maestre de Santiago Don Rodrigo Manrique ¡Amigo de sus amigos!, Sergio se detuvo en eso de "en la su villa de Ocaña/ vino la Muerte a llamar/ a su puerta,/ diciendo: -- Buen caballero…" Algo había encontrado y le complacía. Luego, leía algunas de esas coplas de pie quebrado para releerlas una y otra vez. Aproveché la ocasión para referirme a la estructura de las Coplas y especifiqué, para Sergio, que el pasaje que le había interesado era, el "epicedio", o sea, "el elogio o alabanza fúnebre" que Manrique ofrecía a su padre fallecido. Elogio que, éticamente, amén de verdad, debe ser la más lúcida. Sergio, complacido, dijo "cada cosa con su palabra". A eso debemos aspirar, le respondí.
En su misa de difunto, me sentí en la obligación de decir algo de mi alumno. Lo hice por respeto a él, a sus familiares y amigos presentes. Dije una o dos sencillas verdades conocidísimas de sus prójimos y reaccioné cuando todos ellos ovacionaban a Sergio Gaytán. Allí se respiraba amor, amistad y reconocimiento.
Ahora, solo, casi sin querer queriendo, pienso en él y en esta coincidencia para decirle, en el vale postrero: "Negrito, te fuiste y hasta tuviste tu epicedio." En el fondo de mi memoria, aún resuenan algunos de esos versos que te gustaron: "dio el alma a quien se la dio, / el cual la ponga en el cielo/ y en su gloria, / y aunque la vida murió, / nos dejó harto consuelo/ su memoria."
Osvaldo Maya Cortés. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua