Historiadores analizan alcances del movimiento social en el país
IMPACTO. Profesores y premios nacionales creen que será recordado como uno de los más importantes de la historia por su masividad y por estar impulsado básicamente por la clase media. Se trata, dicen, de un "cambio de ciclo". Historiador, cronista y profesor, Magíster en Educación historiador y académico de la Universidad Católica y de la Universidad de Santiago Premio Nacional de Historia 2004 Jorge Hidalgo Lehuedé, Premio Nacional de Historia 2004 José Antonio González, historiador, abogado y académico de la UCN
Surgió como un movimiento inorgánico transversal, pero sustentado principalmente por la clase media. Identidades que no tienen que ver con un partido político, sino con un profundo descontento de la sociedad chilena que puso en jaque el "establishment".
El pasado viernes fueron más de un millón las personas que se manifestaron pacíficamente en Santiago, y otros miles más en regiones, en un hito para el país, con un potente mensaje a la élite política y económica, que hasta entonces habían subestimado la molestia social que terminó por estallar en las calles.
En sus más de 200 años de historia republicana, Chile ha experimentado varios movimientos sociales importantes, sin embargo, a juicio de historiadores y premios nacionales de historia, el despertar que vive hoy la sociedad chilena puede ser un punto clave en la idea de construir un nuevo país, más justo e igualitario.
Transcendencia
Frente a este escenario de crisis, los expertos también advierten que la clase política aún no ha dimensionado en su totalidad los alcances de la manifestación social, que exige cambios profundos al modelo tras décadas de postergaciones.
"Este movimiento, sin lugar a dudas, es uno de los más significativos que ha tenido la historia de nuestro país, por varias razones: la magnitud de la convocatoria y cómo se han ido generando las distintas demandas. Lo que partió primero como una desobediencia civil, se ha transformado lentamente en un cuestionamiento tremendamente importante al modelo, a la estructura económica y social del país. Por lo tanto, esto tiene que tener soluciones políticas de importancia, de peso", explica el historiador Ricardo Rabanal.
Un análisis sobre los problemas de visión que ha evidenciado el gobierno y la clase política que también comparte el historiador y académico de la UCN, José Antonio González.
"Creo que hay una suerte de lectura distinta en los sectores políticos sobre los alcances de este movimiento social. Aquí lo que se tiene que hacer son reformas que no sean tan de maquillaje, pero para eso, como este país es muy leguleyo, tienes que ver cómo será el comportamiento del Poder Legislativo. En eso creo que la gente está en compás de espera", enfatizó el abogado.
Por su parte, Cristóbal García-Huidobro, historiador de la Universidad Católica de Chile, señala que este episodio en la historia de nuestro país será recordado, por una parte, como "un como un estallido violento donde la delincuencia y el salvajismo se tomaron buena parte del discurso en su momento, porque lo que vino primero fue la violencia, no la protesta pacífica"; y por otra parte, como "la manifestación de un hastío profundo que existía al interior fundamentalmente de la clase media, frente a una serie de solicitudes y peticiones al gobierno que lamentablemente fue semisordo".
En tanto, para el historiador y Premio Nacional de Historia en 2004, Jorge Hidalgo, la trascendencia de los movimientos sociales solo es posible de medir en sus resultados y en el impacto de las reformas estructurales que se consigan instalar.
"Las movilizaciones populares si no se expresan en cambios significativos no tienen espacio dentro de la historia. El tema importante es cómo se traduce en un cambio significativo de lo que era antes y lo que es después. La historia no es que estudie el hombre en el tiempo, sino el hombre en los tiempos de cambio", declaró el profesor de Historia y Geografía, titulado en la Universidad de Chile.
Sin embargo, para el ganador del Premio Nacional de Historia 2012, Jorge Pinto, esta crisis social puede significar el punto de partida para escribir un capítulo mucho más importante en nuestra corta historia, e incluso en la del continente sudamericano.
"Este va a ser recordado como un movimiento que marcó un ciclo en la historia del país y de América Latina. Marca el comienzo una etapa donde el capitalismo neoliberal está experimentando una crisis profunda, porque puso el acento fundamentalmente en el desarrollo económico y no en el desarrollo social. Por lo tanto, yo creo que es el punto de partida de una serie de transformaciones que se van a tener que iniciar en diversos países del occidente, con el propósito de modificar lo que el capitalismo tiene de déficit", explicó el profesional.
Clase media
Si bien se ha consignado que se trata de un movimiento social transversal, los historiadores reconocen en la clase media la base del descontento, una clase media que ha crecido en número, pero no en calidad de vida.
"Si uno observa esto es un estallido que yo calificaría más bien de los sectores mesocráticos (clase media) que están viendo que con estas subidas de precio en las condiciones de vida, pueden entrar en un proceso de precarización y obviamente salen a la calle", argumentó el académico José Antonio González.
Así también lo explica el historiador Cristóbal García-Huidobro. "Quienes participan de este movimiento no son personas que provienen necesariamente del mundo popular. Lo que tenemos acá es gente que pertenece a la clase media en sus distintos escalafones. Y de hecho por eso es tan masivo, porque las personas que están participando no es la generación que vivió en la época de los 70, sino la gente que nació en la década de los 80 y 90. Y son personas mucho más educadas que sus padres, tuvieron mucho más acceso a cultura y a determinados beneficios, pero obtenidos principalmente a través del consumo y el crédito, lo que genera cierto grado de precariedad".
Participación
Dentro de las diversas propuestas que se han planteado desde distintos sectores para encontrar una respuesta democrática a las demandas ciudadanas, los historiadores y académicos chilenos ven en el modelo participativo implementado por el presidente francés Emmanuel Macron para resolver la crisis de los Chalecos Amarillos de 2018, una gran oportunidad para encausar las demandas.
¿Qué hizo Macron para aplacar el descontento? lanzó un debate nacional a gran escala para recabar las opiniones de los ciudadanos sobre la orientación de sus próximas reformas en respuesta a la crisis social. En una carta abierta dividió todo en cuatro grandes temas: impuestos, organización del Estado, transición ecológica y democracia ciudadana.
"Yo sugiero en estos momentos que el Consejo de Rectores de las universidades chilenas, institución que más confianza genera en la opinión pública, convoque a la formación de un ministerio de consenso que recoja todas las opiniones de los distintos sectores que hoy en día están siendo afectados por el modelo, y que este ministerio sea el interlocutor válido que tenga el Presidente Piñera con el compromiso de escuchar estas opiniones", postuló el profesor e historiador, Jorge Pinto.
Pinto agregó que este grupo de personas debe tener representantes de toda la sociedad civil en sus respectivas especializaciones y competencias, de manera que pueda llegar a una propuesta consensuada que permita al país recuperar la tranquilidad y la seguridad, pero sobre todo el progreso material y social.
"Este es un país que acumuló demasiadas injusticias y desigualdades en todo tipo de situaciones", concluyó.
Hasta ahora, el Presidente Sebastián Piñera solo ha anunciado la implementación de una agenda social para hacer frente a la crisis, además de solicitar la renuncia a todos sus ministros de Estado. Sin embargo, las propuestas de gobierno aún parecen insuficientes para la ciudadanía que continúa en las calles.
"Sin lugar a dudas este movimiento lo inspira la juventud de nuestro país, que está haciendo un pensamiento absolutamente crítico, político y con un sentido del cambio del modelo y el mejoramiento de las condiciones sociales de las personas (...) Además este movimiento tiene una característica súper importante, que es que no tiene líderes que lo representen". "Si nos vamos a la historia, estos ciclos de movilizaciones terminaron con mucha violencia y muertes. Eso es lo que podríamos evitar ahora escuchando las demandas de los sectores movilizados para lograr transformaciones estructurales en la sociedad chilena. Creo que en ese sentido, el Presidente está siendo muy mal asesorado y le están invisibilizando los problemas de fondo de las movilizaciones, y no lo dejan escuchar lo que la gente quiere (...) Este va a ser recordado como un movimiento que marcó un ciclo en la historia del país y de América Latina. Marca el comienzo del fin de una etapa en la cual el capitalismo neoliberal está experimentando una crisis profunda". "Quienes participan de este movimiento no son personas que provienen necesariamente del mundo popular. Lo que tenemos acá es gente que pertenece a la clase media en sus distintos escalafones. Y de hecho por eso es tan masivo, porque las personas que están participando no es la generación que vivió en la época de los 70, sino la gente que nació en la década de los 80 y 90".
"Hoy son las AFPs, el alza en los servicios básicos, discursos políticos poco apropiados y la desigualdad enorme en el país que hace que estemos en un momento en que se requiere pasar a cirugía. Eso es un cambio sustantivo. Muchos han hecho referencia al tema que debemos tomar políticas que signifiquen una modificación sustantiva del sistema". "El tema profundo aquí es la desigualdad e inequidad, donde yo temo que nuestra clase política sigue no dando respuestas y todavía estamos en una burbuja, más allá de las declaraciones retóricas (...) La experiencia histórica indica que tú puedes sacar leyes, pero la letra chica te fastidia el objetivo final, o lisa y llanamente hacen leyes cuya construcción técnica es tan deficiente, que desnaturaliza el sentido último".
Las otras revueltas populares
Si hacemos historia, los días 16 y 17 de agosto de 1949, los santiaguinos salieron a la calle en la llamada "revolución de la chaucha", que no fue más que una protesta contra el alza del valor del transporte colectivo en 20 centavos de peso, o una "chaucha", como se le decía a esa cantidad en el lenguaje popular chileno. La protesta incluyó a estudiantes y trabajadores -obreros, empleados y dueñas de casa-, quienes exigían la rebaja del precio del transporte a $1, mediante la consigna "Micros a un peso". Se realizaron barricadas, apedrearon, incendiaron y volcaron automóviles y buses, y derribaron postes del tendido eléctricos. Por orden del Gobierno de Gabriel González Videla, Carabineros y efectivos del Ejército atacaron a los manifestantes de manera desproporcionada, dejando un saldo de un centenar de heridos y una cifra indeterminada de muertos. Al no tener alcances políticos de mayor envergadura que una demanda puntual, la revuelta se disolvió tras dos días de protesta. El gobierno quedó fuertemente afectado por la revuelta, y se vio forzado a mantener el precio del transporte. Además, el presidente realizó un cambio de gabinete el 7 de febrero de 1950, incluyendo al ministro de Hacienda Jorge Alessandri, quien fue reemplazado por Arturo Maschke. Otro episodio de revuelta popular, también por alza en el transporte, fue la llamada "Batalla de Santiago", desencadenada el 2 y 3 de abril de 1957, y que terminó en enfrentamientos con la policía que dejaron una veintena de muertos, por las cuales el Gobierno de Chile declaró Estado de Sitio y sacó al Ejército a la calle. La movilización en Santiago contó con el apoyo de sindicatos, centros de estudiantes y otras organizaciones sociales, así como partidos como el Frente de Acción Popular y el radicalismo. Finalmente, el gobierno constituyó una comisión que revisaría las tarifas, las que quedaron congeladas. Numerosos muertos y cientos de heridos fueron el triste saldo de las intensas jornadas de manifestaciones.
Ricardo Rabanal Bustos,
Cristóbal García -Huidrobro,
Jorge Pinto Rodríguez,