Un mundo en común
"Toda la dificultad radica en saber en cómo reestructurar en este Chile esa espontaneidad popular". Cristian Zamorano Guzmán, Doctor en Ciencias Políticas
Siempre es útil recurrir a la filosofía para tratar de entender los fenómenos.
En su libro "El desacuerdo", el filósofo francés Jacques Rancière opera una distinción entre las dos dimensiones del "estar juntos" humano, es decir, procede a una dicotomía en cuanto a lo relacionado con la gestión y la actividad de la vida colectiva, aplicando dos conceptos: el de "policía" y de "política".
Según el autor, desafortunadamente, por la resultante de la tradición del pensamiento filosófico clásico, estos dos términos se confunden bajo el único vocablo de "política". Así, desde el enfoque del teórico, la "policía" (lo que generalmente se entiende como lo que constituye la esencia misma de la política) puede definirse como el orden natural de la dominación de unos sobre otros. Tal orden se basa en la distribución estricta y jerárquica de los lugares que uno ocupa en ese esquema y las funciones mismas que les corresponden a cada uno.
Desde esa óptica, hay dos modos fundamentales para legitimar el poder: la dominación basada en la filiación (por ejemplo, la realeza de derecho divino) y la dominación basada en la riqueza (el derecho de los patricios sobre los plebeyos en la antigua Roma, el de la burguesía sobre el proletariado o más básicamente, y menos "marxisante", la del rico sobre el pobre).
Siguiendo con la concepción de Rancière, la "política" en cuanto a ella, y por el contrario, constituiría ese proceso singular por el cual la parte no contabilizada de la gente, no tomada en cuenta, irrumpe con fuerza en el espacio discriminatorio descrito a través del concepto de "policía".
Este conjunto de personas decide desafiar ese supuesto orden natural de las cosas haciendo escuchar la expresión de los males sufridos, haciendo visible lo que hasta ahí se habia ocultado bajo el velo opaco de la dominación natural. Por lo tanto, y siempre visto a través del mismo prisma, por "política" no debe entenderse un orden sustancialmente establecido (lo que define precisamente el concepto de "policía"), sino un modo de "subjetivación", referiendóse acá al proceso a través del cual nos constituimos como sujetos, percibimos la realidad y manifestamos de ese modo nuestra subjetividad.
Desde la óptica del pensador francés, la política es el proceso dentro del cual los individuos que se declaran dotados de igual inteligencia identificarán su palabra como expresión de una práctica emancipadora del llamado "logos" de una comunidad política.
Por "logos" se entiende todo lo que tiene que ver con la lógica de una sociedad determinada, con su modo de pensar y legitimarse. Según el filósofo, esta nueva comunidad que surgirá, la que pone en tela de juicio el orden establecido, la que se emancipa de la lógica imperante, se denomina la "comunidad del litigio". Esta gente, que no cuenta mucho en el edificio estructural del orden "policial", se quiere identificada, sino con toda la comunidad, por lo menos con gran parte de ella, y expresaría la verdad de la democracia desde la óptica del poder de aquellos que no tienen título de mando.
En idioma llano, sería la democracia vista y aplicada desde los de abajo.
Reconocemos en esta diferenciación conceptual de Rancière la distinción hecha por el filósofo griego C. Castoriadis entre poder instituido (lo que corresponderia a "la policía") y poder instituyente (lo que corresponderia a "la política"), lo que podríamos a su vez traducir en términos institucionales como los "poderes constituidos" (las instituciones vigentes) y el "poder constituyente" (el que permite crear las instituciones).
Cuando hoy estamos debatiendo acerca de un eventual cambio de Constitución, según el enfoque de Rancière, estaríamos en la plena política, en su esencia, y si nos detenemos un rato, nos damos cuenta que esta discusión que se ha instalado en nuestro país y que se zanjará en un primer tiempo el próximo 26 de abril, es la resultante del actuar de un segmento que logró empatizar su descontento con la gran mayoría de nuestra sociedad, poniendo en tela de juicio paulatina y gradualmente elementos de nuestro "orden natural".
Surgió, en Chile, una "comunidad del litigio" porque innegablemente, y a pesar de los desmanes que aún van a continuar, amaneció una nueva "subjetivización" en los individuos, es decir, una nueva manera de percibir la realidad y eso sí, indiscutiblemente, es un fenómeno transversal y, sobretodo, un fenómeno con el cual se debe hoy imperativamente componer.
Toda la dificultad radica en saber en cómo reestructurar en este Chile esa espontaneidad popular; considerando acá perentoriamente que lo es; saber cómo reconfigurar esa naturalidad a la cual asistimos de tal manera que ésta encuentre una forma más definitiva, estableciendo por lo demás un nuevo horizonte a alcanzar.
Personalmente, para tal tarea, no veo otro camino que iniciar el proceso que nos lleve a una próxima Carta Magna, la ocurrencia presta de la dificultosa y frontal discusión fructífera acerca de la Res publica. Etimológicamente, la cosa de todos.