Don Orione: la desinteresada labor en el cuidado de personas con parálisis
CARIDAD. Institución premiada con el Ancla de Oro lleva 33 años albergando niños y adultos.
Cuando se fundó el hogar Don Orione en 1987, uno de sus primeros pacientes fue un pequeño de nueve años con parálisis cerebral llamado Sergio Araya. Hoy, en el 2020, Sergio tiene 42 y sigue siendo paciente de la institución.
Para él, ser paseado en su silla de ruedas por el jardín de la institución es motivo para sonreír. Pese a que puede mover solo algunos dedos de su mano izquierda y esbozar algunas palabras, es uno de los que puede pasear -ayudado- por las áreas comunes. Esto, porque muchos de sus compañeros ni siquiera pueden levantarse de la cama.
Así, Sergio es uno de los 44 pacientes que actualmente atiende el Don Orione, institución de la Congregación Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad que recibe a personas de distintas edades con enfermedades mentales avanzadas y diversas patologías que en su mayoría son degenerativas.
Trabajo
Pero para que la obra se realice debe existir quién la ejecute. Por ello Don Orione tiene un personal de unas 40 personas que trabajan por los niños y adultos. Muchos de ellos son voluntarios.
Fue por este motivo quizás por el cual el Concejo Municipal resolvió que se les otorgará el Ancla de Oro para este 14 de febrero. Pese a que las hermanas (como se hacen llamar las religiosas que cuidan de los pacientes) no sabían que un voluntario las había postulado, se dicen agradecidas pero sin darse un alto en sus labores para celebrar.
Y esto porque atender a los pacientes requiere mucho tiempo. El asearlos, alimentarlos, vigilarlos, cocinar, ordenar, cambiar de posición a quienes no se pueden mover, llevarlos al baño, mudarlos y consolarlos, es una tarea mayúscula.
La mayoría de los pacientes vive y fallece en el hogar, puesto a que como son dejados en situación de abandono no tienen otro destino que terminar su días en el mismo lugar que por años los cobijó.
Camila Rojas es una joven kinesióloga que hizo su práctica profesional en este centro. Una vez licenciada, quiso retribuir con su trabajo a la institución que le dio la posibilidad de formarse. Ahora presta sus servicios como voluntaria.
"Como estudié aquí quise devolver la mano, aparte que uno se va encariñando con los pacientes por las historias de vulnerabilidad que hay detrás. Yo trabajo más con los niños y ver a pequeños en esas condiciones de por sí te liga y te encariña con ellos".
Casos
Historias son muchas, como la de Marisol, una joven con parálisis cerebral que podía caminar, cantar y bailar. Ella era la alegría de varios de los pacientes, siempre reía, siempre hacía travesuras.
Hace dos años Marisol sufrió fuertes convulsiones producto de un ataque epiléptico. Después de ser estabilizada nunca más volvió a ser la misma. Hoy yace postrada en una cama, sin el más mínimo movimiento.
También la historia de Berta Abalos, una mujer de la tercera edad que a diferencia de la mayoría de los pacientes, es más independiente, pero su Alzheimer se va haciendo cada vez más evidente, por lo que olvida fácilmente.
"Soy pampina, de la oficina Concepción. Nací en el año en que nació Elvis Presley (1935). Mis mejores recuerdos son de mi infancia, en la oficina Concepción".
Y así, Berta repite su infancia en dicha oficina, evocando con detalles los paseos en la plaza del lugar, o cuando tomaba algunas de las micros que salían con destino a oficinas aledañas. Pero difícilmente recuerda su edad, o la fecha en la que llegó al centro.
Los más pequeños son Dania e Ignacio, ambos tienen 12 años. Ignacio está desde que tenía tres años y pasa sus días en cama, lo contrario de Dania, que teniendo al igual que Ignacio, parálisis cerebral, le gusta transitar en su silla de ruedas (ella misma la mueve con un solo brazo), hablar y dibujar. Lo que hace la mayoría es sentarse a ver la televisión, a jugar con juguetes (tanto los niños como los alumnos) y en algunos casos leer. Esto último lo realizan algunos de los ancianos que comienzan a presentar problemas mentales por su senectud.
La directora del centro, la hermana Victoria Parraguez, sostiene que "la realidad nuestra es que trabajamos con los pobres más pobres, que están excluidos un poco de la sociedad, no en todos los casos pero sí en su mayoría. Me sorprendió mucho la situación de un joven que ahora es adulto. Su padre y madre fallecieron, y su hermana estaba en situación de drogadicción, pero se encuentra en la ciudad. Muchos no son visitados y no sabemos quienes son sus familiares", dice.
Necesidades
Don Orione funciona básicamente por donaciones que llegan de particulares, siendo en la mayoría de los casos alimentos y productos de aseo. La Municipalidad de Antofagasta una vez por mes también entrega una carga de pañales para adultos y niños.
"Las necesidades más urgentes que tenemos es compañía para los pacientes, y la otra es monetaria porque necesitamos captar socios y tener recursos contables que sean duraderos en el tiempo porque necesitamos pagar a personal y eso lo financiamos a base de bingo y rifas", dice la directora.
Si bien los pacientes de Don Orione reciben visitas de algunos familiares de los pacientes, también acuden personas que sin tener lazo alguno con los pacientes, van a visitarlos. Esto se puede realizar con previa coordinación con su directora, siendo el contacto (55) 2230245.
Camila, Rojas,, kinesióloga
voluntaria
"Es imposible no encariñarse con los niños, sobre todo cuando conoces sus historias de abandono y vulnerabilidad".
Carolina, Apablaza,, directora
técnica
"Para mí las adultas mayores son las que más me conmueven, por sus historias de vida y el abandono en que están".